Opinión

Víctor Chamorro reescribe Extremadura

El sábado día 6 de mayo, a tres dias del primer aniversario del fallecimiento del escritor Víctor Chamorro, en un pueblo tan pequeño como Casas de Belvis, su biblioteca municipal le rinde homenaje no solo por llevar su nombre desde el año 2002. También por reunir a todo un pueblo junto con su hija, y personas que desde distintas perspectivas mostraron la grandeza de uno de los mejores escritores del siglo XX en Extremadura.

Maite Chamorro, orgullosa y emocionada de estar presente en el acto, le definió perfectamente: «fue capaz de crear atmosferas que aun nos traspasan el tuétano».

Durante todas las intervenciones se destacó su compromiso con los de abajo, «el pan no ha muerto» le obligaba a enfrentarse al mundo concreto que le toco vivir.

Víctor estuvo escribiendo durante 50 años, y no dudo nunca en tener presente en toda su obra a personajes, paisajes y pasiones propias de Extremadura. Y lo hizo dedicándose a leer y escribir ficción, novelas, libros de viajes que muy pronto le hizo comprender que la historia de Extremadura tenía que ser reescrita. Y lo hizo creando una novela realista mágica, en la tradición de Valle Inclán, pero también de Garcia Márquez o de Pio Baroja. Buscaba las palabras que le ayudaran a comprender el mundo, que le sirvieran de terapia personal y así lograran expresar el sentimiento de una tierra sin afán de miseria.

A esa investigación histórica dedicó 5 años y publicó 8 tomos de una nueva historia que le hace descubrir la verdadera identidad del hombre extremeño, de la mujer extremeña: la fraternidad. Aquí descubre el 25 de marzo de 1936, la fecha primigenia. Ese día 70.000 personas, campesinos, yunteros, mujeres y niños, reclaman unas tierras que le habían sido arrebatadas desde la Reconquista. Esa es la epopeya que Víctor ha rescatado, la historia de los abuelos, abuelas, padres y madres de la actual gente extremeña.

La obra de Víctor abarca todos los géneros, es una obra total, por tanto, poliédrica, reconocida con muchos premios y elogios, pero que conservó su independencia hasta tal punto que el propio mercado editorial le rechazó, tanto durante el franquismo como en la democracia.

Chocó con la dictadura franquista y siempre quiso guardar su independencia a costa de quedar en el ostracismo. En las diferentes intervenciones se reconoce que la obra de Victor está por desentrañar. No le importó que durante la democracia tanto instituciones, como los poderes editoriales intentaran apartarle de la escritura. Su propia hija tuvo que crear una editorial, todavía en activo, que pudiera publicar esas nuevas formas de habitar el mundo rural que a las editoriales les costaba reconocer.

Victor rescató el habla del castellano clásico en boca de sus personajes, como si de un nuevo Cervantes se tratara. En toda su obra hay una riqueza léxica de primer orden, desde luego para comprender Extremadura, pero también para entender el mundo que nos rodea. Dejó escrito que el más paria de la tierra es un poeta.

Él, que había sido un fracaso escolar, dedicó toda su vida a la educación, a la lectura y al poder emancipador de los libros, esos sabios injertados entre sus líneas. Por esto en el mural que se inauguró al comienzo del acto, obra de la ceramista Vicenta Rico, queda la huella de algunos de los libros que aun nos faltan por reconocer como próximos a una Extremadura reescrita.

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