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Postal morala en la 'zona cero' de las obras del tren en superficie FAV
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Vamos a invitar al ministro de Transportes a pasar una semana en nuestro domicilio, gratis total, para que disfrute de las innumerables ventajas paisajísticas y psicológicas que supone vivir a pie de obra...

Fernando Alfonso Velasco, residente en la ZONA CERO

Jueves, 18 de julio 2024, 12:56

Huyo, huimos. Y no huimos del calor, no, a ese ya sabemos cómo mitigarlo; huimos del desolador panorama que tenemos cada día en la zona cero morala, de lunes a sábado, desde las 7:15 aprox, hasta las 19 horas aprox, con una mínima pausa para la comida.

Necesitamos alejarnos/airearnos de tanta barbarie diaria, de tanta contaminación acústica, de tanto traqueteo continuo de maquinaria pesadísima, de tanto mega monstruo metálico salido de las mismísimas entrañas de la factoría Transformers, de tanto comando fosforito …

Tú, que pasas por mi barrio ya destruido, te quedas paralizado tras el vallado de seguridad y aún me preguntas «¿Qué están haciendo ahí?» Uno, que ya está de vuelta de las distintas fases de indignación monumental, estupefacción, incredulidad y honda tristeza que ha ido atravesando, ha optado por responder que «la nueva piscina olímpica», y algunos se lo tragan, os lo juro por Morata.

O sea, que a estas alturas de la película de terror que estamos sufriendo a diario («Hola, fondo sur») gran parte de la ciudadanía local y foránea ignora, exactamente, los detalles del desguace urbanístico que se está perpetrando en la zona norte del municipio, ya no sólo a velocidad de cohete espacial, sino con alevosía, nocturnidad y la prepotencia y chulería supina marca de la casa adificiense, siguiendo órdenes expresas del matón de discoteca adicto al twitter.

Invitación formal

Lo he consultado con mi churri y sí, hemos consensuado, como matrimonio moderno que somos, que vamos a invitar al señor don Óscar Puente Santiago, ministro de Transportes y Movilidad Sostenible, a pasar una semana, gratis total, a servilleta prendida, en nuestro domicilio para que disfrute de las innumerables ventajas paisajísticas y psicológicas que supone vivir a pie de obra. La habitación de invitados ya está preparada, don Óscar.

Para empezar, no hace falta ningún tipo de despertador, señor ministro: la máquina del fango amarilla empieza a engullir tierra morala con los primeros rayos de sol y se encarga de que todo el barrio se despierte de una manera innovadora, de lo más progresista a la par que infumable, emitiendo, cada diez segundos, ruidos irreproducibles y provocando que el suelo tiemble y se ahueque a su alrededor.

Pocos minutos después, aparece en escena un familiar directo de la anterior, la perforadora industrial, que para que usted se haga una idea es como un sacacorchos gigante que a base de girar sobre sí misma, se mete tierra adentro y extrae cantidades ingentes de m3 de arena de un jipío, sacudiendo el chirimbolo gigantesco para esparcir la tierra que le sobra, haciendo otro ruido que no puedo describirle con palabras, que es para vivirlo en directo, siendo esta una experiencia única e irrepetible.

Cuando las dos estrellas de la destrucción masiva han calentado motores, uno ya no es persona. El estómago se resiente, los ojos se nublan, los sentidos pierden el norte, y es cuando le recomiendo que acuda a la terapia que llevamos aplicándonos todos los moradores de este residual cachino de Navalmoral para no caer en paranoias nada comunes para humanos sencillos.

Piense y repítase, continuamente, que todo lo que ve y oye es provisional, que es reversible, que es un espejismo, que esos muros de cemento armado servirán para un futuro corredor verde que será la envidia de toda España, porque aún retumban en nuestras cabezas las palabras que don Manuel Martín Castizo, consejero de Transporte, dijo el 20 de octubre del 2023, solemnemente: «Para la Junta de Extremadura el soterramiento de las vías del tren a su paso por Navalmoral es un objetivo IRRENUNCIABLE».

Al día siguiente de semejante rimbombante declaración de intenciones, comenzó una carrera de fondo hacia el vacío, hacia la inacción, hacia la inconcreción, hacia la desesperanza, hacia la alarmante y progresiva falta de credibilidad por parte de la ciudadanía en una clase política que, independientemente de sus colores, nos ha demostrado una incapacidad supina para dar solución a un clamor popular, eso sí, cada día más tibio y erosionado por toda la realidad visible.

Desde el último líder moralo, empecinado en que el ¿tren de altas prestaciones? tuviera parada en el mismísimo Jardincillo, pasando por la última emperatriz sí-sí que no hablaba al dictado del último bellotacari torero, hasta nuestros días, en que el mensaje de la irrenunciabilidad al soterramiento se ha venido repitiendo una y otra vez, cual mantra en vena, bien sea antes de las elecciones Europeas, señora Elena Nevado in person, junio del presente año, o bien sea en boca de nuestro actual alcalde, al que el marrón oscuro que le cayó encima recién estrenado el cargo se le ha ido haciendo bola, sin dar solución al mismo, hasta alcanzar un tamaño del calibre de la Piedra Caballera, imposible de digerir.

Ninguna foto rodeado de personalidades engalanadas, poniendo la primera piedra de un proyecto ciertamente ilusionante, podrá borrar de nuestra memoria el asunto que nos quita el sueño.

Tampoco hay siesta

Pero siguiendo con nuestro invitado estelar, el señor ministro, le comento que ni sueñe con poder echarse una siestecita reparadora, ni loco. Los aplicados chicos moreno fosforito que invaden el territorio a vaciar para que un túnel reparta el caos circulatorio, retoman sus actividades poco después de las tres de la tarde, a grito pelao, como debe ser en una obra que se precie, con ejercicios tan variopintos como soldaduras de estructuras metálicas, retirada de escombros, colocación de planchas para hormigonar, martillazos para ajustar lo que no ajusta.

Sin olvidarnos de la larga cola de camiones que están esperando a que las estrellas antes mencionadas, ya sabe, la genuina máquina del fango y su prima, la agujereadora insaciable, llenen sus volquetes para llevar la tierra a lugares un tanto lejanos pero que ni son adecuados ni ayudan a mejorar el paisaje urbano, que ya se va pareciendo a territorios en los que las guerras asolan poblaciones y voluntades.

Lo realmente bueno está por llegar. Empieza cuando el sol se empieza a ocultar, señor Puente, es de traca. Lo mismo te regalan una inesperada ración de corte con radial de las grandes en las vías del tren, anulando las antiguas para preparar las nuevas, como que a media tarde te sorprenden con la agradable noticia de que te han cortado el agua porque en su afán perforativo han ahondado demasiado, se han equivocado en sus mediciones, han roto una conducción general y han quedado sin suministro a toda una barriada.

Y si esto le parecen solamente daños colaterales del «progreso y la permeabilidad», lo mejor le espera de madrugada: entre las 3 y las 4 es la happyhour de los operarios que se limitan a seguir las instrucciones de aquellos que ni saben dónde está ese pueblo al que hay que ejecutar antes de que pueda haber marcha atrás.

Entre los últimos logros a destacar se encuentra la tala masiva de grandes ejemplares de plátanos de sombra a la prudente hora de las 4:30 de la mañana, cuando nuestro convecino Chema creyó tener la motosierra asesina en la almohada de su cama. Como ve, señor ministro, tenemos un variado catálogo de atrocidades sumadas al nimio detalle de que, a la mañana siguiente, tenemos que ir a nuestros trabajos a desarrollar nuestras obligaciones laborales.

Así que señor ministro, si quiere realmente tener una experiencia única, cuando las múltiples obligaciones que implican su cargo y su agenda se lo permita, le ofrecemos nuestra casa, en régimen de pensión completa, amplia habitación con baño independiente, y mis servicios, también gratuitos, como guía turístico bilingüe del barrio moralo que están fagotizando, para que nos demos un paseo a lo largo y ancho del ejemplo más flagrante del sinsentido social y constructivo que nuestro pueblo está sufriendo, por los múltiples paisajes devastados que ilustran la vejación más grande a la que están sometiendo a un pueblo que no quiere palabritas, que exige hechos consumados que le hagan volver a creer en las personas que rigen sus destinos.

Porque a día de hoy nuestro pueblo es la viva imagen de lo que el maestro Sabina describió: «Y la vida siguió, como siguen las cosas que no tienen mucho sentido, una vez me contó un amigo común que la vio donde habita el olvido».

Postdata: Por cierto, señor ministro, usted, ¿qué tal duerme?

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