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Las firmas de HOY Navalmoral

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«Son documentos que muestran las intenciones y la bajeza moral de quienes tenían responsabilidad y poder para ordenar que se dejase morir sin auxilio personas mayores por el mero hecho de serlo»

José María Gómez de la Torre

Martes, 14 de julio 2020, 23:11

Si hacemos un símil del tiempo de la vida humana con el tiempo de un partido de fútbol, las personas de mi edad somos conscientes de que nos hallamos en los minutos finales, que el tiempo reglamentado ha finalizado y que estamos viviendo en la prórroga. En el tiempo de descuento en el que, agotados los recursos físicos, raramente se resuelve el resultado del encuentro.

Somos conscientes, o debemos serlo, de que cuando no queda más remedio que elegir, vamos a ser los perdedores. Tiene lógica. Cuando los recursos son tan limitados que se plantea la necesidad de elegir entre salvar una vida u otra, cuando sólo hay un cirujano disponible, un solo quirófano, una sola cama hospitalaria, una única bolsa de sangre para hacer una transfusión, aunque la elección sea dura y difícil para quien tiene que tomar la decisión, lo lógico es que se otorguen los cuidados a quien tiene más posibilidades de sobrevivir y si esas posibilidades son parejas al que tenga por edad una futura vida más larga.

Habrá a quien no le gusten estas reflexiones. A mí tampoco me gustan, pero nadie me puede negar su lógica.

No quisiera estar nunca en la circunstancia de elegir entre la vida de alguien cincuenta años más joven que yo y la mía, porque ahora, en un supuesto imaginario, puedo mostrarme altruista, pero puesto en el suceso real no sé si mi respuesta sería la misma, si mi instinto de conservación sería superior a la lógica con la que actuaría en el supuesto imaginario.

Miseria moral

Hasta aquí estoy hablando de la necesidad de elección, de una vida u otra vida, de una persona u otra. Pero se ha dado otro supuesto que me parece repugnante, que habla a las claras de la miseria moral de quien planificó negar, o no conceder, el auxilio a alguien por el hecho de ser viejo y padecer alguno de los achaques debidos a la edad, sabiendo que tal denegación de auxilio tendría como resolución la muerte.

Me da exactamente igual que los protocolos de actuación se hubiesen aprobado o no, que se hubiesen enviado o no a las residencias de ancianos o que fuesen meros borradores que se filtraron sin que se llegasen a aprobar.

Son documentos que, hechos efectivos o no, muestran las intenciones —y la bajeza moral— de quienes tenían responsabilidad y poder para ordenar que se dejase morir sin auxilio personas mayores por el mero hecho de serlo.

Echo de menos las protestas de muchos hipócritas que se opondrán a la regulación de la eutanasia, negando la muerte digna a quien solo es un cuerpo artificialmente vivo, y callando ante este despropósito, diría que criminal, cuyos autores tienen la desvergüenza de seguir en sus cargos.

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