

Alberto garcía y ramiro losada-amor, arquitectos
Domingo, 17 de mayo 2020, 10:13
La dolorosa situación de pandemia que estamos viviendo se ha llevado por delante demasiadas cosas: la vida prematura de gente a la que aún no le tocaba, el trabajo de parte de la población, la normalidad de las viviendas (convertidas de la noche a la mañana en una suerte de hogar-colegio-oficina-gimnasio), las relaciones humanas…
Y nos ha impuesto una serie de cambios. Uno de ellos es el deseado teletrabajo, pero que ha llegado de forma obligatoria y sin tiempo de reacción. Esto ha generado un experimento forzado a escala mundial. Y no solo ha ocurrido en las grandes ciudades y en los típicos puestos de oficinista; también en pequeñas poblaciones y con el personal de servicios públicos (desde justicia a administración), trabajadores de banca y seguros, médicos, profesores, etc.
Tras los primeros días de caos, toma de contacto y avatares tecnológicos, el resultado es que muchas personas que no sabían que podían trabajar en remoto lo están haciendo, mejor incluso de lo que podían imaginar.
Sobre la marcha estamos aprendiendo que teletrabajar no es fácil. Implica concentración (hoy difícil con los niños sin colegio), disciplina, colaboración, sensible comunicación y cabalgar sobre las herramientas digitales. Pero, sobre todo, requiere medidores de objetivos y métricas de avance: lo que no se mide, no se puede gestionar ni valorar. Si los trabajadores desde casa no tienen un objetivo y unos controles, se corre el riesgo de errar en la tarea, que se entregue tarde o que cada empleado trabaje según le parezca.
Todo esto nos está llevando a entender (quizás el jefe aún no lo vea) que el trabajo a distancia no se puede medir en horas -típico presentismo en las oficinas- sino en objetivos y fechas de entrega. Y esto, desde casa, nos hace más eficientes: cuanto antes acabemos, antes pasamos a la siguiente tarea o terminamos la jornada laboral.
Esta repentina situación ha demostrado a empresas y trabajadores que, si no se ha hecho antes, es porque no se quería, no por un tema tecnológico o logístico. Por tanto, el cambio está siendo mental, más que organizativo.
Un gran cambio por llegar
Pero el gran cambio no vendrá por el descubrimiento del trabajo remoto, sino por sus consecuencias. En un futuro próximo, muchos puestos de trabajo ya no requerirán vivir cerca de ellos. Y esto generará una migración de las ciudades a zonas más apetecibles. Y en ese punto es donde localidades cercanas a las grandes urbes -Navalmoral está a hora y media de Madrid y Badajoz, a 3 horas de Sevilla- van a tener gran protagonismo.
Es posible que, en breve, el modelo tradicional de ciudad atrayente de población por su capacidad de generar puestos de trabajo sea cuestionable. También es imaginable que el experimento forzado de teletrabajo ofrezca oportunidades a regiones que sean capaces de atraer personas por su calidad de vida, no por su oferta de trabajo. Así, cercanía media a grandes ciudades, oportunidades de ocio, coste de vida y proximidad a la naturaleza serán puntos clave en la decisión de muchas familias. Quizás sea este el momento esperado para la transformación de Navalmoral, para dar una atractiva oportunidad a los moralos que se han ido para desarrollarse fuera y para captar nuevo talento ofreciendo una forma de vida más saludable que en las grandes ciudades.
¿Quién no se ha imaginado trabajando desde la casa/finca/parcela con un horario flexible para una agencia de viajes/seguros/fiscal del pueblo y yendo a atender al público una vez por semana, alternando este puesto con los otros compañeros de trabajo que también teletrabajan? Se beneficia la empresa que no necesita alquilar un local para tantos empleados y el trabajador que es 'dueño' de su tiempo.
¿Por qué no contratar a esa persona que no quiere/puede vivir en nuestra localidad y proponerle reuniones físicas una vez al mes?
¿Quién no ha pensado en vivir en un lugar más atractivo, en una casa en el campo -o, simplemente, en una más grande que los pisos de ciudad- y desplazarse a la urbe (¿en AVE?) un día por semana a reuniones obligatoriamente presenciales?
Teletrabajo no implica solamente realizar el trabajo desde el salón de casa y sin contacto humano. Puede ser desde un vivero de empresas cercano al hogar, un espacio reservado para el trabajo en el propio edificio (comunidades con espacios comunes), un piso-oficina compartido, etc.
Por supuesto que el trabajo a distancia genera muchas dudas: ¿cuáles son los horarios?, ¿quién paga el material de trabajo o la conexión a Internet?, ¿están preparadas las infraestructuras de los pueblos para que todos trabajemos en remoto? …. Pero una vez superado el COVID-19, la experiencia generada con el trabajo en casa marcará una nueva era en la forma de trabajar y en la elección del lugar para vivir. El modelo 'startups' en localidades pequeñas de la costa Oeste de los Estados Unidos de garajes a modo de oficinas conectadas puede ser un buen espejo en el que mirarse.
Como arquitectos hemos recibido y estamos recibiendo varios encargos de clientes nacionales y extranjeros que han decidido venirse a vivir a nuestra región. Recientemente acabamos de proyectar una vivienda de campo en La Vera para un matrimonio que vive en Suiza pero que han decidido mudarse a nuestra zona ya que prácticamente todo su trabajo se desarrolla en remoto, sin necesidad de ir a su oficina físicamente. Este ejemplo nos ha hecho darnos cuenta de que el trabajo a distancia es posible y que tenemos que entender que estamos un rincón privilegiado del mundo. Por tanto, es posible tener un desarrollo profesional en la zona a través de las oportunidades que nos da el teletrabajo.
Nosotros, con oficinas en Navalmoral y California, tenemos la experiencia de haber trabajado a 10.000 kilómetros de distancia durante años. Esto nos ha generado un aprendizaje en las formas de comunicación, en la propuesta de objetivos viables y en las herramientas digitales. No todos los proyectos ni todas las tareas se pueden realizar a distancia, pero sí muchas más de las que pensábamos en un inicio. Y en el camino hemos aprendido que desarrollar proyectos de arquitectura desde puntos tan lejanos nos permite tener una perspectiva más amplia y compleja con la que enriquecer nuestros trabajos.
Aún enfrentados al enclaustramiento doméstico y con la ansiedad que genera las sombras del futuro, en estos momentos, no podemos pensar en quedarnos más horas en nuestra vivienda. Pero pasarán las semanas, el aislamiento social y la reclusión domiciliaria y veremos con más realismo la posibilidad de estar más tiempo en casa.
Seguramente el mundo que emerja de esta crisis vírica nos va a traer más teletrabajo, más teleeducación, más telemedicina y más teletodo. Sin embargo, también es viable pensar que sea un mundo menos humano y más (aún más) de pantallas. En Navalmoral y la zona se nos presenta un importante reto que no podemos dejar pasar.
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