

Antonio Piné
Martes, 19 de mayo 2020, 23:04
Cuando se levante el estado de excepción, la salida nos costará la razón. Así lo ha ordenado el Partido. Tendremos a cambio un Mundo Feliz, gracias al recién parido Ministerio de la Abundancia, que nos cubrirá con protectora manta, para convertirse, al poco, en inamovible losa.
La distopía de Orwell, Huxley, Bradbury y Zamiatin -algunos lo tomamos como advertencia- se ha convertido en una realidad inapelable, pues, los que han mamado en los pechos de la diosa discordia, lo han convertido en un manual de instrucciones que siguen al dedillo. Hágalo usted mismo, y como buen español, mejórelo.
¿Cómo enfrentarnos a esa 'nueva normalidad' impuesta, donde, por ser iguales, dejaremos de ser libres? Abriendo puertas. Todas nuestras puertas. Lo que hay tras ellas nos pertenece. Dejando, aunque nos asuste, que la realidad nos golpee. Permitiendo al lobo que llevamos dentro mostrar sus dientes. Negándonos a convertir mascarillas en bozales. Desinfectando nuestras manos para tenderlas limpias a quienes las necesiten. Que el distanciamiento social no nos haga indiferentes, indolentes ni insensibles. Recuperémoslo todo, y aún más. Arrinconemos al miedo y a la injusticia, que durante todo este tiempo han campado a sus anchas. Exijamos responsabilidades y no cejemos hasta que paguen por sus obras y omisiones.
No ha habido un solo siglo en el que los españoles no hayamos sufrido expolios, hambre, guerra y muertes. Han cabalgado por esta tierra marcándola con cicatrices imborrables, dejándonos doblaos, pero no partíos, porque, siempre, siempre, nos hemos levantado, hemos encarado las dificultades y hemos salido triunfadores y sonrientes, sabedores de que volverían, más pronto que tarde, a golpearnos las corvas para ponernos nuevamente rodilla en tierra. Pero el orgullo, sacrificio, trabajo y amor por lo y los nuestros, nos permitían continuar; entre episodio y episodio, avanzar con convicción, sin dejar, de verdad, a nadie atrás.
Teniendo gloriosos ejemplos de toda clase, género y condición, ¿no vamos a emularlos? ¿Permitiremos que la historia, por primera vez, deje páginas en blanco? ¿Qué nos tache de cobardes? No lo creo.
Justificadores de todo
Cierto es que ahora han surgido, como setas, justificadores de todo y para todo, ajustando sus excusas de modo y manera que la mierda no ofenda las narices de su Gran Benefactor, y que distraiga y atonte, más si cabe, a la masa. Todo lo que está ocurriendo es culpa nuestra. Gaia, Manitú o los pitufos del bosque… vete tú a saber, nos están haciendo pagar nuestros desmanes. ¡Debimos quedarnos en el árbol! Ya dijeron que para esto, nadie estaba preparado. Culpemos a Nadie, pues Nadie nos ha cegado.
Todas las medidas que toman son por nuestro bien, aunque con cada una de ellas se lleven, a bocados, verdades, derechos y conquistas sociales que a nuestros pies dejaron nuestros abuelos y padres. Y como nada nos costaron, y a nuestros pies estaban, no notaremos su falta. Por otro lado, un nuevo lenguaje, palabros incomprensibles salvo para una élite iluminada, que nos vomitan encima. Si intentas apartarte para no mancharte, eres señalado como individuo peligroso y prescindible, que no habla, rebuzna y está ciego ante el Nuevo Orden. Nos niegan la visión de la enfermedad y la muerte. Como a niños. Ahora, son curvas, picos, gráficas, números... Simples números sin nombre ni rostro, sin deudos ni historia. Fáciles de manejar, no provocan ningún sentimiento, se diluyen al amontonar unos sobre otros. Todo el santo día en el televisor, el Gran Hacedor recordándonos que todo es por nuestra culpa.
Si incumplimos cualquiera de sus directrices seremos culpables de más contagios, más muertes, más paro y más necesidad. Si el miedo no nos cala lo suficiente, se ocupa de nosotros la Policía del Pensamiento; abnegados voluntarios, que tras visillos, frente a sus ordenadores, paseando por calles semi-desiertas, escruta todos nuestros movimientos, actitudes, palabras y pensamientos, en el caso de no ajustarnos al relato, como poco, señalados y vilipendiados, si reincidimos, arrojados a las ratas, que nos coman el rostro. ¿Y ellos, qué han cumplido? ¡Na!
Pese a todo esto, seamos optimistas. Hemos visto, fuera de los circuitos oficiales, obviando el postureo para lavar conciencias, como metían riñones, aun con lágrimas en los ojos, españoles de todos los colores. Lo han hecho por ellos y por nosotros, hasta donde han alcanzado. Sin temer a la enfermedad, ni a ser criticados. Nos han mostrado el camino. Trabajar, proteger, cuidar, decir verdad, a pesar de las adversidades reales o ficticias. Ser únicos para poder formar un todo. Pie contra pared, día tras día, con sus realidades y sueños, para conformar, aunque distinta sea, la de todos. Demostrando que no somos piezas. Que somos insustituibles. Si cae uno, caemos todos, o cuando menos, temblamos.
Individuos, no siempre anónimos, que no querían ser ángeles, aunque se han enfrentado a los demonios con rebeldía, en algunos casos, poniendo pan en mesas extrañas, en otros dando consuelo a los que en silencio se iban. Por eso hay esperanza. Mañana despertaremos y haremos que los monstruos desaparezcan.
Por la parte que me toca y mientras tenga colmillos, los usaré contra el pastor y su rebaño. Cuando los pierda… ¡a zarpazos!
Long Life to White Trash.
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