

Víctor manuel ramos, jefe de la unidad de urgencias del hospital campo arañuelo
Domingo, 3 de mayo 2020, 21:26
Pronto habrán transcurrido dos meses que el coronavirus irrumpió en nuestras vidas. Lo hizo de forma violenta, como un tsunami que nos envuelve y arrastra hacia aún no sabemos dónde. En mis tres décadas dedicado a la medicina de Urgencias he asistido a accidentes de tráfico múltiples, atropellos, infartos, ahogamientos y un largo etcétera que constituirían una pesadilla para muchas personas, pero como esto no recuerdo nada. Siempre hemos luchado contra enemigos más o menos poderosos, pero ahora nos toca enfrentarnos a uno invisible y terriblemente letal.
Inicialmente esto parecía cosa 'de otros'; primero de los chinos que están muy lejos, luego de los italianos que están más cerca, y antes que nos diésemos cuenta se coló en nuestras vidas de forma vertiginosa y letal. Asistimos a pacientes sorprendentemente enfermos con cuadros clínicos muy graves. Algunos empeoraban, y lo hacían de forma súbita, lo que nos obligaba a derivarlos a la UCI en unas condiciones clínica extremas. Reconozco que fue en ese momento cuando comencé a preocuparme. Nos llaman héroes, aunque a veces me siento más como un mártir.
A lo largo de este tiempo hemos cambiado la forma de hacer las cosas. Nos vestimos casi de astronautas, permanecemos lo indispensable con ellos. Pero si hay algo que particularmente me ha conmovido es la relación que nos hemos visto obligados a mantener con las familias. Yo no estaba acostumbrado a hablar con hijos y esposas, a dos metros de distancia, y comunicarles que su familiar está grave y a la vez no permitirles estar con él. Esas miradas de angustia tardaremos en olvidarlas. Tampoco se nos olvidará tener que comunicar por teléfono que el abuelo que acabamos de ingresar posiblemente fallezca y lo hará solo.
Lo mejor y lo peor de cada uno
Situaciones de esta dimensión hacen sacar lo mejor de cada uno, pero lamentablemente también lo peor. Todos nosotros hemos, y seguimos, arrimado el hombro para intentar llevar la situación al mejor puerto posible. Mis compañeros, enfermería, auxiliares, celadores, limpiadoras, administrativos, técnicos... Han dado muestras de una gran capacidad de reacción, de una humanidad sorprendente y de una profesionalidad inigualable.
Mención aparte es reconocer el trabajo de los médicos residentes dando muestras de una capacidad de trabajo y una entrega excepcional; para ellos mi admiración, cariño y respeto.
A la ciudadanía agradecerle el mejor uso que ha hecho del sistema, ya que esto nos ha permitido manejar y tratar a estos complicados pacientes. Solo espero que cuando todo esto pase permanezca este buen uso. Estoy plenamente convencido que saldremos de esta, no sé en cuanto tiempo ni cómo estaremos física y moralmente para entonces, pero hasta esa fecha puedo afirmar que estamos dando lo mejor de nosotros.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.