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Las firmas de HOY Navalmoral

Ruido

Sinceramente deseo que nuestro Gobierno y nuestros representantes pasen de una vez la rebelde adolescencia y se empiecen a comportar como adultos

José María gómez de la torre

Domingo, 21 de febrero 2021, 21:11

A nuestros políticos les encanta hacer ruido. Están inmersos en una permanente campaña electoral cuyo objeto no es proponer soluciones a los problemas que afectan a la gente de a pie, que somos todos los que estamos a expensas de lo que decida el ejecutivo y apruebe el legislativo.

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El propósito de la oposición no es mejorar las disposiciones gubernamentales -más o menos acertadas- señalar los errores y proponer soluciones viables y apropiadas para corregirlos y que afecten en el sentido más beneficioso (o que al menos no causen demasiado perjuicio) al pueblo sobre el que van a recaer tales disposiciones. No, su afán, su último objetivo es desprestigiar al Gobierno y si es posible hacerlo caer y forzar unas nuevas elecciones.

Cuando hablo de oposición incluyo a la oposición que hace parte del Gobierno al Gobierno del que forma parte, empeñada en asuntos en absoluto urgentes, irrelevantes o francamente equivocados.

Un buen ejemplo es su intento de crear una comisión de investigación sobre el Rey Emérito en estos momentos en los que hay problemas mucho más graves que solucionar como para perder el tiempo en digresiones, si no fuera de lugar, sí fuera de tiempo.

Esto lleva asociado la puesta en cuestión de la monarquía y la afirmación de que no hay una situación de plena normalidad política y democrática. Hoy la monarquía es uno de esos falsos problemas con el que el vicepresidente Iglesias intenta vender la moto de que la calidad de la democracia depende de que España sea república o monarquía, entre otras cosas.

Consecuentemente, según la idea que quiere transmitir, en un estado republicano plenamente democrático se solucionarían los problemas que padece nuestra sociedad: paro endémico, escasez de vivienda, carestía de los alquileres, nivel salarial tercermundista, investigación mal financiada, sanidad con escasos recursos y un largo etcétera. El vicepresidente sabe que eso es falso, y para demostrarlo ahí están los países escandinavos, cuyos regímenes democráticos son los mejores de la actualidad a pesar de ser monarquías, que han construido, tras décadas de aplicación de políticas socialdemócratas, las sociedades más prósperas, igualitarias y libres del mundo.

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El vicepresidente no es tonto ni ingenuo y lo sabe; lo que pretende es sacar pecho para diferenciarse de sus socios de Gobierno -cuya actitud en este asunto no difiere de la de los países escandinavos- y atraerse a la parte menos racional o más ingenua de la izquierda cuando debería pensar en algo más que en su exclusivo beneficio electoral.

En algo sí tiene toda la razón: hay quien carece por completo de conciencia y conducta democráticas. Ahí están los que se pasan días y noches tocándole las narices a golpe de altavoz al pie de su domicilio, los que revientan a pedradas los mítines de Vox o del PP, los que se manifiestan destrozando bienes urbanos, rompiendo escaparates y coches particulares (y los que en algún modo los alientan) y los que desearían fusilar a veintiséis millones de hijos de puta.

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Sin embargo no es el único al que le gusta el ruido sin otro objeto que hacer ruido. El PP de Casado no tiene otro objetivo que paralizar la acción del Gobierno, diciendo y contradiciéndose continuamente, poniendo trabas a las ayudas de la UE y mostrando en ocasiones menos sentido de estado que BILDU, que ya es decir. No se enteran -y por ello no escarmientan- de que poner mesas pidiendo firmas «en contra de Cataluña» es poner en funcionamiento en cada una de ellas una incubadora de independentistas. O sí lo saben y saben que de esa forma, sembrando discordia, recogen réditos electorales en el resto de España.

¿Cuánta voz se levantó en contra de las medidas del exministro de Sanidad poniendo las trabas posibles, pidiendo que dejara la responsabilidad a las comunidades para ser acusado cuando lo hizo de dejación de funciones? Casi todos los días oímos decir que ha sido el peor ministro de Sanidad del mundo. Tiene suerte: no le acusan de haber provocado la pandemia como le pasó a Zapatero con la crisis mundial de la economía.

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(Hablando de Zapatero y su 'ineptitud': tal vez convendría recordar algunas de las cosas que se hicieron durante su presidencia: la hucha de las pensiones pasó de doce mil a sesenta y seis mil millones de euros. Se llegó al cese definitivo de la actividad armada de ETA (con disgusto de la AVT y de los partidos a los que los atentados de la banda beneficiaban electoralmente). Entre otras, se dictaron y aprobaron: Ley de la Dependencia, Ley de Igualdad, Ley Contra la Violencia de Género, Divorcio Exprés (por mutuo acuerdo), Matrimonio Homosexual, Ley de Reproducción Asistida, Derecho al Aborto, Ley de Investigación Biomédica, Selección Genética y Células Madre, Ley de la Memoria Histórica, Ley Antitabaco, Carné por puntos, se redujo el Impuesto de Sociedades, se aumentó un 25% el presupuesto de investigación y se creó el FROB y la Unidad Militar de Emergencia (UME)).

Después de este largo paréntesis sigamos con el exministro Illa. ¿A cuento de qué se pedía su intervención en las Cortes una vez dimitido? ¿No se había pedido su dimisión en numerosas ocasiones? ¿No se había recriminado su gestión suficientemente? Solamente se me ocurre un motivo: hacer lo que el Congreso de los Diputados sabe hacer mejor: ruido. Y ruido inútil, además.

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Me pregunto por qué el Gobierno se negó a modificar el decreto de alarma para que las comunidades pudieran adelantar el toque de queda. ¿Quiso evitar ruido o provocarlo para que no se pusiera la atención en otros asuntos?

Sinceramente deseo que nuestro Gobierno y nuestros representantes pasen de una vez la rebelde adolescencia y se empiecen a comportar como adultos.

Finalizo con la frase con la que inicié el artículo: Un buen político resuelve problemas; uno malo los crea.

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