Un respeto por nuestro entorno
«Después iremos reclamando a las instituciones que hagan, arreglen y acondicionen... Y yo me pregunto ¿para qué?, ¿para convertirlo en un vertedero?»
Juan Carlos Moreno, Técnico en Innovación y Comunicación para el Desarrollo Rural
Miércoles, 14 de octubre 2020, 21:57
Hace casi cinco años que tenía guardado en el tintero este artículo, surgido de un arrebato de indignación. Pensé que quizá era una exageración mía y lo guardé en el cajón de los olvidados. Sin embargo, pasado un lustro, veo que poco o nada ha cambiado y me fastidia que seamos así, por lo que me he decidido a desempolvar el escrito.
A menudo nos quejamos de que las instituciones, organismos públicos, o incluso entidades privadas, no hacen esto o aquello, o no nos dan, o no arreglan, o ..., pero una vez alcanzados aquellos logros, y al margen de lo que hagan o no las instituciones por conservarlos, nosotros somos los primeros en pasar de cuidarlos y mantenerlos. Incluso cuando apenas nos cuesta un pequeño esfuerzo -que casi nunca es económico-, sino que se basa en la educación y el respeto, es decir, en valores.
Ejemplos por desgracia podemos encontrar muchos y por doquier. Como muestra para ilustrar esta reflexión voy a poner solo dos ejemplos, que hablan de nuestro cuidado y respeto, centrados en el patrimonio histórico-arquitectónico y natural.
En una de nuestras visitas a Navalmoral, hace cinco veranos, mi mujer Yolanda y yo decidimos acercarnos a Guadalupe en su año jubilar y aprovechamos para dedicar la jornada a recorrer el valle del Ibor y las Villuercas. Tras visitar la Puebla, remontamos de nuevo la carretera hasta llegar al collado donde se encuentra la Ermita del Humilladero. Allí nos detuvimos para pasar un buen rato disfrutando de la tranquilidad del paraje y de las excelentes vistas sobre la comarca. El entorno de la ermita (construida a finales del siglo XV bajo el nombre de la Santa Cruz) se encuentra acondicionado con bancos y mesas de piedra, de manera sencilla y humilde, pero a la vez serena, como corresponde al lugar que hace siglos fue parada de penitencia y oraciones.
Hasta ahí todo fenomenal. Pasamos una placentera tarde a la sombra de los almendros; unas horas de auténtico descanso reparador. Pero me molestó muchísimo encontrar un mal montón de basuras -desechos urbanos para más detalle- en los alrededores de la zona acondicionada. Como en tantas otras ocasiones, donde llega la gente llega la porquería. Todo muy natural, sin duda.
En Los Mármoles
Segundo ejemplo. Cada vez que bajamos a Navalmoral, tenemos por costumbre acercarnos en algún momento a los Mármoles de Talaverilla. Es un rincón muy apreciado por nosotros, de buenos paisajes y sensaciones agradables; de calma y armonía.
Muchos -y mucho- reclamamos durante largo tiempo un acondicionamiento y ordenación del entorno que alberga la columnata romana del foro de Augustóbriga (s.II). Al final, las reivindicaciones dieron su fruto y en 2012 la dirección general de Patrimonio de la Junta de Extremadura anunció y cumplió con su compromiso. Se acotó el entorno, se adaptó aparcamiento y se evitó el acceso rodado a las ruinas. A los pocos meses, unos vándalos se llevaron parte del vallado de madera.

Tres años después, en verano de 2015, pudimos comprobar que las vallas no habían sido aún repuestas. Pero además me enojó la cantidad de papeles, plásticos, latas y otras basuras que encontramos por todo el entorno, acondicionado entre otros elementos con papeleras y contenedores.
Lo más triste, sin embargo, es que cinco años más tarde, hace apenas unas semanas, aunque no en la misma intensidad (todo hay que decirlo) seguimos encontrando basura y desperdicios por los alrededores de este elemento del patrimonio histórico-arquitectónico, único en el nordeste extremeño.
A buen seguro habrá quien no le de importancia alguna a la suciedad urbana en medio de los parajes naturales o del patrimonio histórico-arquitectónico. Incluso quien considere absurda mi queja. Muy ibérico sin duda.
Pero yo no lo soporto, es superior a mis fuerzas y a mi limitado intelecto. No logro entenderlo por mucho que me lo expliquen. Quienes así se comportan ¿acaso van tirando la porquería por los rincones de sus casas o de sus trabajos? ¿acaso nadie les ha enseñado educación y respeto por lo público y lo común?.
Contenedores y papeleras
Por lo general, la porquería se tira a los contenedores o papeleras y si no los hay, uno se la guarda en una bolsa y se la lleva hasta que encuentre un contenedor. La excusa de no ver papeleras cerca quizás servía hace ya muchos años, pero en una sociedad del siglo XXI no.
Durante años cargué con mis bolsas de desechos colgando de la mochila, ya fuera de excursión con el colegio; al monte con los amigos, o practicando alta montaña invernal en los Pirineos o en Gredos. Siempre ha sido lo mismo, la basura, a la bolsa y colgando de la mochila. Por eso, y por educación y respeto hacia los demás y hacia lo nuestro, me quejo amargamente cuando encuentro la marca de la civilización, el rastro de la basura humana allá donde sólo debería encontrar naturaleza, cultura e historia.
Después iremos reclamando a las instituciones, a nuestros representantes y administradores de lo público, que hagan, arreglen y acondicionen... Y yo me pregunto ¿para qué? ¿para convertirlo en un vertedero? La culpa y la solución sólo la tenemos nosotros mismos.
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.