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Repensando el futuro
Hacia la nueva anormalidad

Repensando el futuro

«Esta pandemia y sus consecuencias nos han demostrado que debemos cambiar muchas cosas y formas de hacer; incluso revisar en profundidad nuestras prioridades como sociedad»

Juan Carlos Moreno Romagueras

Sábado, 16 de mayo 2020, 09:35

En Premià de Mar, localidad de la costa del Maresme a 20 kilómetros de Barcelona, continuamos –creo que acertadamente- inmersos en la Fase 0 del proceso de desescalada por la pandemia del Covid-19, al igual que la capital catalana y el resto de la zona metropolitana y sus alrededores.

Sigo en ERTE, son las 10 de la mañana y acabo de regresar de pasear a nuestra veterana perrita por la zona verde que tenemos cerca de casa. A pesar de la ya no temprana hora y de que algunas empresas han empezado a arrancar de nuevo, todavía se puede escuchar el silencio –solo roto por el circular de algunos vehículos por la cercana autopista o por las calles adyacentes al parque- dando espacio y protagonismo a gorriones, mirlos, tórtolas, palomas, urracas y otros pajarillos, cuyos trinos, cantos y graznidos solían quedar ofuscados por el trajín diario de la ciudad.

El aire es limpio y nítido; confiere frescura y vitalidad al manto verde del parque y a pinedas y encinares de la cercana Serralada Litoral. El cielo luce brillante e intenso. Barcelona se aprecia en lontananza con detalle, sin el habitual casquete ocre provocado por la polución causada por el interminable ir y venir de vehículos, aviones y de las emisiones de vapores fruto de la intensiva actividad industrial. Una visión tan solo alcanzable tras unos buenos días de lluvia persistente y reparadora.

Qué apetecible resulta! Creo que nunca había visto así estos lares, al menos que yo recuerde desde joven. Esa pureza de aire, esa intensidad de verde, esa ausencia de ruidos urbanos. Incluso a la noche, aun no siendo demasiado tarde, sales al balcón y todo está en silencio a ras de calle. Esa paz, esa serenidad de ambiente, esa naturaleza esplendorosa me transporta indefectiblemente a mi tierra extremeña, allí donde resulta habitual rodearte de ella, riqueza donde las haya.

Prioridad, las personas

Y entonces pienso que, una vez que pase todo este doloroso episodio de la pandemia, ojalá fuésemos capaces de ser de otra manera, vivir de otra forma, poniendo en el centro de las prioridades a las personas, al bien común, a la conservación de nuestro medio y lugar de vida.

Yo no tengo ni la solución, ni el conocimiento ni la capacidad para hallarla; no sé cómo se podría hacer. Es realmente complejo y lleno de variables, en no pocas ocasiones incompatibles entre sí. Pero sí sé lo que me gustaría que fuésemos como sociedad. Me gustaría que el mundo que surgiese tras el Covid-19 fuese un lugar donde lo principal seamos las personas, nuestra salud, nuestro bienestar, el bien común.

Un lugar en el que el individualismo galopante que impera se torne al menos un poco menos egoísta y pensemos que no estamos solos en el mundo, que seamos cuando poco un mínimo de solidarios y pensemos algo en los demás; que apostemos por lo público como garante de nuestros derechos y que estos no se queden meramente en bonitas palabras; un mundo en el que no se escatime en sanidad, ni en ciencia, ni en educación, ni en el apoyo a los más necesitados; en el que las personas estemos por delante de la economía, sin querer decir por ello que lo económico no sea fundamental, pero como medio no como fin.

Y un lugar en el que el compromiso sea firme en la conservación de la naturaleza, empezando por nuestro entorno más cercano y acabando por la lucha por el cambio climático. Sin ponernos etiquetas de ningún tipo, no es necesario. Lo importante es que cada cual actuemos con respeto y cuidado sobre nuestro pequeño ámbito de vida. Ese ya sería un gran paso.

En este sentido, hace ya unos cuantos años, a las puertas del parque natural de la localidad arañuela de Talayuela, rezaba una inscripción que desde un primer momento me inspiró y que desde entonces siempre he llevado grabada entre mis principios: «La Naturaleza es un préstamo de nuestros hijos». Pues eso.

Esta pandemia y sus consecuencias nos han demostrado que debemos cambiar muchas cosas y formas de hacer; incluso revisar en profundidad nuestras prioridades como sociedad. Posiblemente el camino que se transite vaya por pacificar las ciudades y establecer un nuevo diálogo con nuestro entorno, promoviendo para ello nuevas fórmulas de trabajo, de convivencia y una economía más circular. También por establecer nuevas formas de turismo, más local, más acorde con el equilibrio natural y la sostenibilidad, un campo en el que Extremadura tiene un gran potencial y debiera ser una de las comunidades avanzadas en nuestro país.

O quizá, pasados unos meses, completada la desescalada, adquirida la nueva normalidad y hallados la vacuna y los remedios adecuados y efectivos que nos permitan convivir con este nuevo virus, volvamos a meternos en la vorágine despersonalizada y caótica del día a día del área metropolitana y volvamos a las andadas... ¿Habremos aprendido algo?

Ánimos y mucha salud.

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