
IES Zurbarán
Lunes, 9 de noviembre 2020, 09:22
Rechazada, siempre intempestiva, nunca la muerte resulta peor aceptada que cuando dirige sus arteros usos hacia personas que posan ante nuestros ojos en el disfrute pleno de su vida. Tan injusta se nos muestra entonces, triunfante sobre los mortales indefensos, que quizá sólo en tales momentos nos sentimos capaces de comprender con mediana lucidez por qué es recibida de tan buen grado por las inexistentes divinidades vanamente convencidos de que a su través se igualan con aquellas, que como ellas tan sólo la padecen efímeramente.
Hace unos días, a los sesenta y seis años de su vida, hemos perdido para siempre a Jesús Varela, camino esta vez del inexcrutable infinito, justo en el instante en que su lucha contra una terrible enfermedad que soportó con gran entereza, pensamos comenzaba a pesar en su favor, y el fiel de la balanza marcaba el inicio tenso de esa esperanzadora curación, que finamente no llegó.
Cuando la mente se serena, el corazón va haciéndose cargo de todo el peso que una pérdida como esta deja tras de sí. Tras los primeros instantes de aturdimiento, se suceden días donde la pesadumbre se mezcla con la necesidad de hacer memoria de lo vivido con él, conduciendo inevitablemente al recuerdo y al soliloquio.
No es fácil glosar una vida acabada tan pronto, aunque nos queda la satisfacción de saber que la vivió de manera plena, sin que el trabajo y la responsabilidad que echaba sobre sus hombros, le estorbaran lo más mínimo. Fue un diligente profesor y un compañero carismático, que proporcionó no pocas satisfacciones a quienes tuvieron la suerte de compartir con él las aulas y las horas. Su incansable labor como secretario del IES Zurbarán, cargo que desempeñó hasta su jubilación de manera intachable, contribuyó a imprimir un carácter único y distintivo al Instituto, involucrándonos a todos en la tarea de enseñar y crecer, y donde más que profesores y alumnos, éramos una familia.
Meridiano en la conversación, sobrado de sentido del humor, excelente esposo, padre y abuelo, gran aficionado al futbol, vivimos muchos momentos gratos a costa de su bonhomía en los viajes que disfrutamos y en los inolvidables ágapes que como signo de hermandad celebrábamos. Ya no será lo mismo sin tí, cuando nos reunamos en la Alisea de Talaveruela, tu amado pueblo, pero a buen seguro, y porque allí hay mucho de tí, sentiremos más cerca tu tremenda humanidad, sin duda lo mejor que de Jesús nos queda trás su ultima e irrecupereble ausencia.
Te deseamos buen viaje, descansa en paz y cuídanos desde donde quiera que te encuentres, amigo. Siempre supieron a poco los ratos que compartimos mientras estabas con nosotros.
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