

Rafael Macías Rolo es, sin duda, una de las personas más conocidas y apreciadas de Navalmoral y su entorno. No solo porque lleva 35 años vendiendo cupones de la ONCE en sus distintas variantes, sino, y sobre todo, por su ubicación privilegiada en la zona peatonal del Jardincillo y por su innegable habilidad para las relaciones públicas.
No en vano, buena parte de sus clientes son desde hace años amigos, que le dejan en su modesto puesto bolsas o paquetes que no quieren llevar a cuestas cuando van a hacer cualquier gestión o mensajes para familiares que van a pasar por allí a lo largo día. También hace las veces de oficina de información, al preguntarle paseantes y visitantes dónde comer, dónde comprar un producto concreto o por dónde se va a una determinada calle.
Natural de Aliseda, de donde son naturales sus padres, Román e Isabel, debe a unos perdigones tanto su prolongado trabajo en la ONCE como su larga estancia en Navalmoral o haber fundado aquí una familia. Esos perdigones se encontraban en la zapatería que su padre tenía en su pueblo natal. Cantaban tan bien que la persona que acudía todos los meses a pagarles en representación de su banco le ofreció comprárselos en varias ocasiones. Pero Román nunca accedió.
Eso sí, viendo que era una persona 'de la capital', de Cáceres, con ciertas influencias, le dijo que si era posible encontrar trabajo para él y para sus hijos fuera de Aliseda, con tan buena suerte que entonces buscaban gente para vender cupones.
Dicho y hecho, ofreciéndoles la posibilidad de hacerlo en Valencia de Alcántara, Plasencia y Navalmoral, decidiéndose por ésta última población porque «nos habían hablando muy bien». Y no se equivocaron, dado que aquí llevan más de tres décadas y han hecho su vida. Tanto su padre, que vendió los cupones más de 20 años; su hermano Andrés, muy popular en el hospital Campo Arañuelo hasta que una enfermedad le obligó a abandonar su trabajo, y él mismo, siempre atento a todo lo que pasa en la zona peatonal.
En agradecimiento, su padre terminó regalando los perdigones a su benefactor.
Ha dado cuatro gordos
De sus primeros tiempos en la empresa recuerda que las ventas eran «más relajadas, pero muy productivas», llegando a dar el gordo en cuatro ocasiones.
«Eran tiempos más sencillos y menos competitivos. Ahora todo está más informatizado y existen varias líneas de venta, a través del terminal, y con distintos productos, como el Euromillón o los rascas, que atraen a otro tipo de clientela, además de a los de toda la vida», afirma.
Eso sí, Rafa asegura que le sigue poniendo la misma ilusión, aunque también reconoce que los años se van notando -tiene 54- y que la lluvia, el calor y sobre todo el frío «cada vez se llevan peor». De hecho ahora mismo cree que es el único de los que empezaron con él que sigue en activo en la zona.
Por su puesto -que no quiosco- calcula que pueden pasar unas 3.000 personas al día, la mayoría a comprar pero también muchas simplemente a saludar, a contarle algún 'chascarrillo' o a preguntar por cualquier cuestión. Y de casi todas sabe a qué concurso juegan, del pueblo que vienen o si tienen algún problema familiar o laboral, interesándose sinceramente por ellos.
Eso sí, premios gordos últimamente no da muchos, aunque a la mayoría de sus clientes parece importarles (importarnos) poco. Parecen preferir su carácter afable y su simpatía a premios que no llegan. Porque su mayor alegría, asegura, es dar un premio a uno de sus compradores habituales. Por modesto que sea, como ha ocurrido recientemente con alguien que sabe que no lo está pasando bien y a quien entregó 30 euros. «Es emocionante».
Afición a la pesca
Cuando su trabajo se lo permite, la naturaleza y, en especial, la pesca, son sus aficiones. «Pesca sin muerte», insiste, que ha practicado en varios países, como Portugal o Francia, además de toda Extremadura y en buena parte de España, y a la que espera poder dedicarse plenamente cuando se jubile. Entonces sería él, el afortunado con el gordo.
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