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Gómez de la Torre al ordenador HOY
Las firmas de HOY Navalmoral

¿Dónde nos queda el norte?

«En algunos casos me niego a admitir las leyes de oferta y demanda y no solo en el precio de las mascarillas; estoy pensando además en el precio que ponen las farmacéuticas a las vacunas del coronavirus»

José María Gómez de la torre

Sábado, 13 de febrero 2021, 09:58

Había empezado a escribir este artículo cuando en todos los noticiarios saltó la noticia del millonario contrato de Messi. Quedé alucinado por la barbaridad que supone.

Yo, que tengo fijación por los números, no me resisto a hacer y compartir unos pocos. Los quinientos cincuenta y cinco millones en cuatro años suponen ciento treinta y ocho millones setecientos cincuenta mil euros cada año, trescientos ochenta mil ciento treinta y siete euros cada día y quince mil ochocientos treinta y nueve cada hora del día.

Para ser exacto tendría que considerar que dentro de los cuatro años de duración del contrato hay un año bisiesto, con lo que sus emolumentos por día y hora en ese año son algo inferiores.

El salario anual más frecuente en España, según los últimos datos que da el Instituto Nacional de Estadística, es de dieciocho mil cuatrocientos sesenta y ocho euros. Leo Messi gana en una hora y diez minutos (hasta cuando está durmiendo) lo que la mayor parte de los asalariados en nuestro país gana en un año.

El candidato a la presidencia del club azulgrana, Víctor Font, ha dicho que «Leo Messi se ha ganado hasta el último euro que le ha pagado el Barça. Él no nos ha arruinado. Al contrario. Es el mejor jugador de la historia y queremos que siga con nosotros para siempre».

Yo le creo. Pero no hay que arremeter contra Messi o contra el Barça sino lo que debemos hacer es mirar a nuestro alrededor y ver la cantidad de gente que paga cien euros por la camiseta 'oficial' de Messi para que la luzcan sus hijos, sus nietos o sus sobrinos. O ver cuántos contratos hay con las diversas compañías de teléfonos para ver la liga, o lo que se paga por ver determinados partidos que no entran en los contratos estándar y eso sin hablar del precio de las entradas ni de los socios y abonados al club.

Sinceramente creo que vivimos en una sociedad que ha perdido el norte, porque es inconcebible que el presupuesto de un club para pagar a un grupo de 24 malabaristas del balón sea de 468.5 millones de euros. Que el club más humilde de la Primera División tenga un presupuesto para su plantilla de 34,6 millones. Que hay jugadores en este club —que difícilmente va a mantener la categoría— que van a ganar en dos años más de lo que va a ganar un ingeniero, o un médico en cuarenta años de vida profesional.

Ya que cito a médicos: ¿saben que el cuarenta por ciento de las plazas de médicos que ejercen en la Seguridad Social están ocupadas por médicos interinos a los que se les renueva el contrato cada pocos meses y que algunos llevan varios años en esa situación?.

El IVA de las mscarillas

Hace una temporada alguien se dio cuenta de que las mascarillas que todos nos vemos obligados a llevar tenían un IVA del veintiuno por ciento. Oí protestas en TV diciendo que «el Gobierno se había embolsado mil quinientos millones de euros a costa de todos los españoles». Al día siguiente la cifra había aumentado a mil ochocientos millones.

No sé si los que daban la noticia con irritación se habían percatado de un par de cosas: la primera es que el Gobierno no se embolsa nada, y segunda que el precio de las mascarillas antes de la irrupción del coronavirus era de unos diez céntimos y que se estuvieron vendiendo a precios superiores a dos euros hasta que el Gobierno (en este caso sí es el Gobierno) puso un límite inicial de noventa y ocho céntimos, y posteriormente de sesenta y dos, IVA del cuatro por ciento incluido, que me parece que siguen siendo precios disparatados si consideramos los precios anteriores.

Creo que contra quien habría que cargar es contra quienes se aprovecharon de las circunstancias y multiplicaron su precio por veinte y que con los límites impuestos actualmente su precio está multiplicado por seis.

Claro que a lo mejor no soy lo suficientemente liberal, no tengo en cuenta las leyes del mercado y en algunos casos me niego a admitir las leyes de oferta y demanda y no solo en el precio de las mascarillas; estoy pensando además en el precio que ponen las farmacéuticas a las vacunas del coronavirus. Puede que más de un lector piense como yo, que con la vida de las personas no se negocia ni se le puede poner precio.

En Navalmoral se contratan obras y suministros. Como lo hace una empresa salmantina hay quien preferiría que el contrato se hubiese adjudicado a dedo.

El Ayuntamiento abre una consulta pública sobre la ordenanza de veladores. Pues hay a quien parece molestarle que se consulte al pueblo. Mejor que sea ordeno y mando.

Que hemos perdido el norte no es una impresión subjetiva. Es un hecho.

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