
CARLOS MARCOS, POLICÍA LOCAL JUBILADO
Lunes, 26 de abril 2021, 22:44
Aún resuenan en nuestros oídos, en nuestro recuerdo, -a muchos en nuestro corazón-, el toque de las señales horarias que indicaban que eran las ocho de la tarde, en el que nuestro barrio, nuestro pueblo, nuestro país, de forma mayoritaria, salía de la soledad domiciliaria a sus balcones a reconocerse mutuamente el gran esfuerzo, dolor y sacrificio que estábamos sufriendo. Todos a una, sin diferencias ideológicas, sin distinción de clases, sexo, razas o creencias religiosas; agradecidos y orgullosos de lo que estábamos haciendo.
Nuestra sociedad mostró de lo que era capaz: de su generosidad, de su empatía, de su paciencia. En la tristeza, en la incertidumbre, en el miedo a lo desconocido que todos vivíamos en el aislamiento de nuestras casas, volvió a resurgir en nuestros barrios, en nuestros pueblos, ese sentimiento que tanto nos ha caracterizado a lo largo de la historia: orgullo, pasión, solidaridad, tozudez, socarronería…
Y nuestros verdaderos líderes anónimos se pusieron a ello. A sacar una sonrisa entre tanta tristeza; una lágrima y unos ojos rojos de agradecimiento y cariño; a animar los barrios a través de los balcones; engalanar balcones, plazas y calles; a ponernos música; a celebrar cumpleaños sin celebración; a trabajar incansablemente fabricando mascarillas, petos, gorros, pantallas;…a facilitarnos la vida.
Pudimos ser, pero no fue porque llegaron los gurús, los salvapatrias, los manipuladores de nuestros destinos, y desde sus tribunas mediáticas, llámense prensa, radio, atril mitinero, sede ministerial recién modelada o inventada, o incluso presidencias regionales, se atrevieron a decidir por nosotros, por nuestra voluntad, por nuestros sentimientos...
En su devenir diario en el que lo empuercan todo; nos mangonean sin pudor; nos manejan como quieren; lo manipulan y nos manipulan a su antojo, no iban a consentir que la sociedad se uniera por una causa común, que empatizara con los que se estaban dejando el pellejo por los demás, que pusieran en peligro su supremacía, su liderazgo, su demagogia, sus sueldos….y cedimos, y les seguimos, y les hicimos caso, y defendimos sus doctrinas, sus eslóganes y soflamas como si nos fuera la vida en ello, y nos volvimos a enfrentar, a partirnos la cara por ellos, a sacarnos las vergüenzas, a politizarnos, a radicalizarnos.
Y volvimos a la casilla de salida; se acabó aquello de «habrá un antes y un después», «esto nos hará mejores personas», «siempre se saca algo positivo de lo negativo», «resistiré», y no sé cuántas cosas más que se nos ocurrían en las interminables horas de arresto domiciliario.
Un año después aquí estamos, los que aún sobrevivimos olvidamos a los que estuvieron en primera línea:
-Trabajadores de alimentación.
-Servicios de limpieza.
-Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, Protección Civil.
-Sanitarios, farmacéuticos, servicios auxiliares y de limpieza sanitaria.
-Transportistas.
-Particulares incansables.
-…
Ya no son nuestros héroes, ya no son nuestros ángeles de la guarda, ya no son imprescindibles, ya no son…porque, ahora, los aplausos son pa' quienes nos siguen contando milongas, pa' quienes siguen jugando con nuestras vidas, pa' los que siguen negociando con nuestra salud, pa' los que siguen mercadeando con nuestro futuro.
«Malditos aquellos que con sus palabras defienden al pueblo y con sus hechos lo traicionan» (Benito Juárez)
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