
Alejandro A. González Terriza, profesor del IES Augustóbriga
Viernes, 27 de mayo 2022, 19:55
Muchos adultos regresan de mayores al centro educativo donde estudiaron. Para algunos es un sueño, una pesadilla recurrente: vuelven allí en mitad de la noche a examinarse de una asignatura extraña (¿la vida?) que no está claro que hayan aprobado.
Otros regresos son menos inquietantes, aunque siguen siendo significativos: padres que vuelven al colegio para llevar allí a sus hijos (que quizá den clase con los mismos profesores que ellos); antiguos alumnos que vienen a hacer las prácticas, o que llegan incluso a ser profesores donde fueron alumnos, convertidos en compañeros de aquel profesor que adoraban o que les hizo insoportable la adolescencia.
El regreso este viernes de Pilar Galán al instituto Augustobriga, donde fue alumna (y donde su padre, don Alfonso Galán, fue director muchos años) cae dentro de los regresos entrañables y, en cierto modo, triunfales. Dentro de la iniciativa de la consejería de Educación 'Encuentros literarios', los profesores de literatura tenemos la opción de intentar convencer a nuestros autores favoritos para que vengan a conocer a nuestros alumnos y a compartir por un día nuestra realidad. Es un sueño que se cumple, pero un sueño de los buenos: que los textos se conviertan en personas de carne y beso (sic) con las que los lectores podemos hablar, tomar café, firmar autógrafos, cambiar anécdotas...
Sin un momento para el aburrimiento
Pilar, la escritora con más presente de Navalmoral, compartió su tiempo con los alumnos de 1º de Bachillerato, a los que regaló un discurso torrencial pero muy bien pensado, sin un momento para el aburrimiento, lleno de pistas sobre su literatura y sobre la vida en general. Cuando uno ama lo que hace y sabe trasmitir esa pasión con sentido del humor, sin solemnidad alguna, no hay adolescente que se resista. Los alumnos salieron pidiendo más: sonaba el timbre del recreo y ahí seguían, apurando las últimas palabras, que muchas veces son las más memorables.
Después, la autora se reunió con los profesores que forman parte del seminario que organiza estos actos: como ella misma es profesora de lengua (en el instituto Hernández Pacheco, de Cáceres), hubo mucho que comentar sobre la docencia, las leyes que intentan regularla (y que a veces, quizá, la entorpecen) y, sobre todo, los alumnos que le dan sentido y cuyas vidas son el verdadero argumento de esta serie.
En suma, una jornada estupenda que sin duda tendrá continuidad, con una autora que sabe hacer fácil lo difícil y escuchar con atención, para luego contarlo con una gracia y un poder de reflexión tan infrecuentes como valiosos. Estar un rato con ella es siempre sentirse afortunado.
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