JOSÉ RAMÓN GONZÁLEZ, IES ALBALAT
Sábado, 24 de abril 2021, 10:53
La comunidad educativa del IES Albalat tiene entre sus principales objetivos formar ciudadanía. Crecemos cuando nuestro alumnado ve más allá de su propio horizonte y se implica en la construcción de sociedades democráticas en las que las diferencias no restan y la igualdad lo es hasta la raíz.
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Por ello, hoy, tenemos el deber de recordar a aquellos que desaparecieron de noche y en la niebla por la barbarie nazi. La mayoría no tiene un lugar físico en el que recordarles. Y su olvido es una doble muerte: la física y la de la memoria. Con la colocación de este adoquín, que forma parte del monumento memorial más grande del mundo, contribuimos a que el recuerdo de todas las víctimas del holocausto (ya lo fueran por motivos políticos, religiosos o de cualquier otra índole), personificada en nuestro paisano Santiago, no se debilite.
Pocos son los datos que tenemos de Santiago González Martín, más allá del año y localidad de nacimiento (Navalmoral de la Mata, 23/11/1917) y gran parte de ellos los podemos esbozar a partir de vivencias similares y compartidas con los más de 10.000 republicanos españoles que pasaron por los campos nazis. La derrota en la Guerra Civil los abocó al exilio. La mayoría de ellos fueron retenidos en los campos de internamiento franceses e integrados en compañías de trabajadores forzosos para fortificar la frontera.
Tras la invasión alemana, en mayo de 1940, los republicanos españoles tomaron parte activa en la resistencia francesa y en esos enfrentamientos muchos de ellos fueron hechos prisioneros. Santiago sería arrestado a finales del 40 y traladado al StalagFallingbostel, un campo para prisioneros de guerra, al Noroeste de Alemania. Pero al poco tiempo y una vez conocido su origen español, el prisionero de guerra, debido al acuerdo entre las autoridades nazis y franquistas, veía transformado su status jurídico a prisionero político bajo control de la Gestapo.
En ese momento Santiago fue deportado, al igual que otros 7200 españoles al campo de Mauthausen. Llegó el 27 de enero de 1941 y fue trasladado cuatro meses después al subcampo de Gusen, que en realidad era un campo de extermino por trabajo, violencia física, hambre, frío, hipotermia o por gas. Santiago sobrevivió en ese infierno cerca de siete meses y falleció seis días después de cumplir los 24 años.
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Nos gustaría que este adoquín fuera el primero de los más de trescientos que recordaran la memoria de otros tantos extremeños que fueron deportados a los campos nazis. La sociedad española tiene una deuda de memoria y justicia con aquellos que hicieron frente al fascismo. Si su recuerdo se borra, volveremos a cometer los mismos errores.
Termino mis palabras haciendo nuestras las del propio escultor alemán Gunter Demnig que cada vez que coloca uno de los adoquines, recuerda a los presentes: «Una piedra, un nombre, una persona».
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