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Payaso confitado, digo confinado, en Navalmoral
Reflexiones sobre la crisis del coronavirus

Payaso confitado, digo confinado, en Navalmoral

«Tardaremos en volver a experimentar el acto físico que supone el ritual de artes escénicas, la unión de personas en un mismo lugar y en un mismo espacio de tiempo...»

Javiercita (Javier ceballos, de asaco producciones)

Lunes, 20 de abril 2020, 10:05

¿Qué mágico sentimiento surge de una risa colectiva? ¿ Qué nos hace vivir los silencios en un auditorio, en un escenario, como grandes lecciones de humanidad? ¿ Qué hay en un beso, en un llanto, en un grito, cuando lo compartimos y lo vivimos en una representación artística?

Como payaso, como trabajador profesional de las artes escénicas y, primero, como persona, vivo esta experiencia acompañado de reflexiones, que supongo que la gran mayoría estamos teniendo, dedicadas a nuestro seres queridos, que están o que ya no están, y a nuevos seres queridos que igual que el virus, nos hemos contagiado de empatía y de cariño hacia millones de personas que ni siquiera conocemos. Reflexiones, que cada uno a su manera, ponen al descubierto, que básicamente, somos emoción en estado físico.

De pronto, el mundo entero es más humano, más humano de verdad. No como en campañas publicitarias de fechas señaladas, ni en modas efímeras que nos obligan a comprar. Más humanos por necesidad y por instinto. Y de pronto, nos esforzamos en compartir aplausos, en ayudarnos al menos con arte, con música, con humor… lo que nos hace sentirnos de verdad, como personas unidas, como mamíferos que se cuidan.

Desde tiempos ancestrales, nuestra especie ha utilizado la danza, la música, el teatro, el arte como medios para celebrar nuestra existencia y compartir la libertad, la alegría de vivir. Y seguimos igual, esa necesidad de compartir las emociones es la base de todas las artes escénicas, y sin embargo, como profesión, como oficio, como sector social, la cultura y las artes siempre ha sido menospreciado, no por los humanos, si no por el poder.

Pero en estos días, y en los próximos, este sector y sus destinatarios, es decir, el público, la humanidad, nos necesita. A nosotros y a nosotras, los titiriteros, la farándula, los trabajadores de la ilusión, las profesionales de compartir las emociones desde el arte.

Aprendiz de payaso

Como un humilde aprendiz de payaso, que junto a actrices, magos, bailarinas, músicos… de todo el mundo, estamos viviendo esta fase con la sensación de que nuestros públicos, más que nunca, nos necesitan. Y sin embargo, las predicciones nos dicen que tardaremos en volver a experimentar el acto físico que supone el ritual de artes escénicas, la unión de personas en un mismo lugar y en un mismo espacio de tiempo, que vamos a tardar en vivirlo cara a cara, corazón con corazón, mirada con mirada, público con artista, en plazas, calles, salas…

Si traslado todo esto a mi entorno más cercano, me sale un sentimiento de orgullo, de cariño hacia el lugar en el que vivo, Navalmoral, un pueblo en el que tanto los responsables de la cultura, como los propios artistas y los vecinos, han apoyado y puesto en valor las artes escénicas desde hace muchos años.

Mis compañeros y yo, hemos sentido en nuestras carnes, desde hace más de 25 años, la capacidad del pueblo moralo para seguir apostando por el teatro, en calle y en sala, por el circo, por la música, la magia, la danza… Por seguir encontrando en las artes escénicas un lugar de encuentro para las emociones compartidas, para el desarrollo de la belleza humana, para reir y llorar juntos, para querernos, como pueblo y como humanidad.

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