
fernando alfonso velasco
Miércoles, 20 de octubre 2021, 12:15
El pasado miércoles día 7 de octubre me acerqué a la casa de cultura de nuestro pueblo a recopilar información de primera mano acerca del ya tristemente famosopaso del tren de alta velocidad por nuestra localidad. Y abandoné el recinto con una mezcla de sensaciones que iban desde la perplejidad hasta el asombro, pasando por el cabreo más superlativo que uno puede almacenar.
Escuché con atención la intervención sumamente didáctica del representante de los que han estado al frente de la plataforma No al Muro, encarnada en la figura de Chema, siempre tan pausado e informado, que nos puso al tanto de la progresiva desaparición de las seis líneas ferroviarias que en su día tuvo Extremadura, y que hoy se pueden resumir, a nivel práctico, en sólo tres: el Lusitania, el mítico tren que conectaba Madrid con Lisboa, sólo queda ya en la memoria de los que crecimos con él.
A continuación, el arquitecto José Manuel Cerezo, apoyado en estudios serios, cuestionó de cabo a rabo el proyecto oficial. ¿Se acuerdan? Ése que fue presentado telemáticamente por la señora Domínguez, mandamás de Adif, que no tuvo la valentía de venir a explicarlo en persona, aduciendo el manido «problemas de agenda». Se nos dibujó un panorama sombrío que contradice la mega milonga que nos quieren vender de «mejora sustancial respecto al anterior, especialmente en las áreas de permeabilidad transversal, el uso de espacios urbanos y la intermodalidad con otros medios de transporte».
Aún hoy uno no acaba de entender tanta palabrería, tanto mensaje indescifrable, pero lo que sí se percibe, de ahí el cabreo monumental, es que parece que el proyecto del tren en superficie está hecho a mala leche; a saber: está hecho para talar árboles del parque y de paso, eliminar una zona de juegos infantiles que tanto juego nos ha dado a los padres durante tantos años; está diseñado para eliminar del paseo de la Estación una cantidad ingente de plazas de aparcamientos para los habitantes del entorno del parque Don Casto Lozano; está ideado para mutilar una parte de la coqueta plazuela, llamada popularmente como la de la Cigüeña, que tanto nos costó conseguir para nuestro entorno, y sobre todo, está concebido para que entrar a Navalmoral por la carretera de Jarandilla sea sólo un acto de fe.
Y si tienes, por capricho, un camión que mida más de 3,50 metros de altura, ya te puedes dar la vuelta por la rotonda de los Sauces. Si, según un estudio de la Universidad de Extremadura, por el paso a nivel del Moya pasan más de 17.000 vehículos al día en ambos sentidos, ¿cómo demonios van a canalizar tal cantidad de vehículos si por ese paso sólo puedes entrar al pueblo, y llevarlos a una futura plaza a construir en el entorno de la estación de Renfe? Ah, sí, que salir también se puede, pero te tienes que ir a esa nueva plaza con el añadido de que el Paseo de la Estación sea de ambas direcciones, teniendo este detalle como consecuencia dos alternativas: o eliminas plazas de aparcamiento, o reduces a la mínima expresión la amplia acera que pega al parque.
Es decir, el viejo dicho de que la línea recta es la más corta sale volando por los aires con esta alternativa. Además, el acceso y salida actual por Pablo Luengo pasaría a formar parte de los libros de historia, al igual que el de por la calle Cartagena, que se quedaría para pasear al perro. Cerezo, otro tipo calmado y lleno de razones muy bien argumentadas, remarcó que el paso a nivel de Navarrosa desaparecería para el tráfico rodado, y que las personas residentes al otro lado del muro, deberían recorrer una serie de rampas, escaleras, y ringurangos interminables para acceder a la parte rica del pueblo, dado que a ellos, aplicando semejante opción, se les condenaría de un 'murazo' a vivir en un gueto de por vida.
El broche de oro al acto lo puso una mujer que se ha tomado la molestia de bucear en las aguas más turbias de todo este asunto, en la posible ilegalidad del proyecto que, en muchos puntos, choca frontalmente con la legislación vigente. Montse Zorraquino, arquitecta y activista de las de primera fila, nos fue enumerando una serie de puntos en los que claramente lo legal chirría y mucho.
Al salir de la reunión informativa volví a casa asombrado ante la escasa asistencia de gente reivindicando que la sensatez impere en todo este asunto, que al final se ha resumido en que el presupuesto es el que dicta sentencia. Y también perplejo al recordar que, después de tanto tiempo, algunos políticos locales hayan optado por mirar para otro lado, y dejar que el tiempo corra en contra de la cordura y del sentir mayoritario del pueblo, aunque visto el gran número de asientos vacíos, empiezo a dudar de este último extremo.
Oportunidad de oro
Lo que no me cabe ninguna duda es que el consistorio moralo tiene una oportunidad de oro de ser, una vez más, el mejor de nuestros docentes, y al mismo tiempo, practicar la máxima que acordaron los dos grupos de gobierno coaligados no hace mucho hasta final de la legislatura: «la búsqueda de consensos se convierte en esencial». Busquemos urgentemente el consenso.
Sería deseable e incluso exigible que el Ayuntamiento moralo pusiera el mismo empeño y destinara los mismos recursos económicos para inundar el pueblo de paneles explicativos y simulaciones gráficas de cómo quedaría el entorno del parque, el paseo de la estación, la rotonda de Moya, el acceso a la estación de Renfe, los pasos subterráneos en ambos sentidos, de cómo quedaría un pueblo castrado en su desarrollo, y ya de paso, que explicaran si la reorganización de los mencionados espacios, que se verían seriamente alterados en su aspecto actual, estarían incluidos en los escuálidos 82,5 millones de euros que nos han concedido para la tropelía.
Todavía hay farolas libres, y muchas, deseando ser decoradas con tan valiosa información, a ser posible en castellano entendible, sin jeroglíficos que descifrar y frasecitas que traducir. Y de paso, concienciar a la ciudadanía de este asunto de vital importancia, como ya se hizo en otros asuntos de sumo interés, y que aún hoy siguen decorando nuestras queridas farolas.
Yo no quiero que para que el tren de alta velocidad pare en mi pueblo, allá por el 2030 o vete tú a saber cuándo, nos enjareten una obra durante 36 meses, atasquen el pueblo y empeoren nuestras vidas y las de las generaciones futuras. Yo para nada quiero que nos metan el muro de manera transversal, o sea, en forma de L, por las bravas, con fórceps. Yo no, gracias. ¿Y tú?
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.