Números

Los números ejercen gran influencia en nuestro modo de ver la vida y muchas veces nos la complica, aunque no nos demos cuenta porque nos hemos acostumbrado a esas rarezas que nosotros mismos nos hemos impuesto.

Tenemos diez dedos, que servían de calculadora para nuestros ancestros, y parece que lo lógico sería que nuestros sistemas numéricos tuviesen como base el número diez. Sin embargo hemos dividido el día en veinticuatro horas, la hora en sesenta minutos y estos en sesenta segundos, -lo que nos complica los cálculos de velocidad y recorridos en el tiempo-, contamos por docenas los huevos y los meses del año y hemos dividido la circunferencia en 360 grados.

Si vamos a los sistemas anglosajones, con sus onzas fluidas, pintas, galones; pulgadas, pies, yardas, millas, etc. la cosa no puede ser más confusa. Para el que no lo conozca, pondré la correspondencia en las medidas de longitud: el pie tiene 12 pulgadas, la yarda 3 pies y la milla 1760 yardas, sin olvidar que entre la yarda y la milla hay varias unidades más cada una con un número de correlación con la unidad anterior de lo más disperso (5.5, 4, 10, 8).

A algunos números los tenemos tirria o les otorgamos alguna cualidad perversa. Así el número trece. No me resisto a poner un párrafo de 'La venganza de don Mendo'. Dice: «¡Y hoy martes, gran Dios!... ¡martes y trece!... ¿Por qué el terror invade el alma mía? ¿Por qué me inspira un miedo extraordinario esa cifra, ¡ay de mí!, del calendario? ¡Ah, no, cifra fatal!... No humillaréis el valor de don Mendo; no podréis; todos iguales para mí seréis, ¡Trece, catorce, quince y dieciséis!».

Los números se recuerdan mejor cuando son números redondos, diez, cincuenta, cien, mil... y tenemos la tendencia a olvidar las partes decimales de aquellos que las tienen. Bien lo saben los publicistas, que anuncian el coste de algo por diez noventa y nueve (en realidad once) y para que te quede la impresión de que se vende por diez.

No me acuerdo de la edad de Matusalén, el hombre más longevo que ha existido. Sé que rondaba el milenio. Sin embargo me acuerdo bien de la edad de su nieto Noé cuando empezó el diluvio. Un número redondo: seiscientos años. Por cierto, que Matusalén bien pudo morir ahogado. Yahveh sólo permitió a Noe embarcar a su mujer, sus hijos y sus nueras y Matusalén, que aún vivía y no fue embarcado, murió el año del diluvio.

Al número cien le hemos dado mucho uso. En nuestra vida ordinaria tiene mucha importancia el concepto «tanto por ciento». Cien años son un siglo y celebramos los centenarios de acontecimientos históricos, de nacimientos (o defunciones) de personas, de entidades u objetos que alcanzan su número cien.

Aunque para que algo alcance el número redondo de cien, un hito en cualquier evento que suceda periódicamente tiene que haber pasado por todos los números anteriores tan anodinos como el dieciséis, el treinta y siete o el setenta y tres que a nadie se le ocurriría celebrar.

Cien HOY Navalmoral

Viene todo esto para decir que esta edición del HOYNAVALMORAL es un número redondo, de esos que se pueden recordar con facilidad: el número cien. Y para felicitar por ello a Miguel Ángel, corresponsal, redactor, fotógrafo, maquetador, director (y cosas más que desconozco), trabajador a jornada completa del periódico.

Ahora al llegar al número cien a lo mejor se han olvidado sus comienzos, aquellos primeros cuatro o cinco números donde todo estaba por hacer, y no se sabía cómo hacerlo y había que aprender sobre la marcha.

Y el alivio que sentiría cuando ya se alcanzaba el número veinte, cuando a la hora de preparar la edición estuvieran resueltas todas esas dudas mecánicas, aunque tuviera que salir corriendo para cubrir fotográficamente la noticia de aquello que estaba ocurriendo en ese momento, sin saber a qué hora iba a poder comer ese día.

Es por ello por lo que quiero felicitar a Miguel Ángel, que ha llevado como remero, cómitre, marinero de cubierta, timonel y capitán de la nave HOYNAVALMORAL a la singladura número cien.