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La desescalada de esta empinada cuesta va a ser larga y dura MAM
La nueva lengua
Hacia la nueva anormalidad

La nueva lengua

«España es un deporte de contacto, como lo es el rugby. España es gesticular, es hablar alto, es socializar, es sudar juntos piel con piel, es el jolgorio y el verbeneo...»

Fernando Alfonso

Jueves, 21 de mayo 2020, 16:39

Todos sabemos que el idioma, y más el bendito castellano, no es una lengua muerta. Igual le pasa al inglés, intruso diario que tantos efectos colaterales y perniciosos está causando a nuestra rica lengua materna.

Lo guay, lo cool, lo chachi, es intercalar en nuestro speechen castellano vocablos o expresiones british que los grandes comunicadores patrios un día, mecánicamente y casi sin querer, sueltan en algún programa de radio, o en alguna de las múltiples tertulias televisivas, y los innumerables followers que están deseosos de copiar a los influencers, les ríen la gracieta y cuelgan en Instagram, cual preciada pieza cobrada en la cacería del reconocimiento social. La última ocurrencia lingüística del idolatrado.

Y el estado de alarma se extiende y ya no hay vacuna contra la ocurrencia, contra la imparable tendencia, y esa nueva expresión se hace norma, y ya no hace falta que la R.A.E. lo registre en su nueva edición, ha venido para quedarse. Y a veces no se adopta literalmente, no; se traduce y el sujeto autor de semejante adopción, a todas luces contraviniendo las reglas semánticas de la lengua, se queda tan pancho.

Ignoro si saben realmente lo que dicen, pero es que queda mega fashion emplear el sobeteao y ya empalagoso 'poner el foco en', o eso otro ya clásico de 'pasar la patata caliente a', haciendo unas originales traducciones simultaneas de esa especie invasora lingüística en la que se ha convertido la lengua del tío William, Sespir 'pa' los coleguitas.

Y te llevas chascos cuando a una veterana locutora radiofónica de fin de semana, que evidentemente domina idiomas, se le escapan, en medio de su introducción al tema a tratar, palabrejas como background, input y feedback, tan corrientes en el actual mundo de la empresa, pero que al oyente medio le suenan a mandarín, cuando lo sustancial es saber cómo y cuándo acabará su estancia obligada en casa. ¿O ya debería decir su confinamiento casero?

Confinamiento, extraña palabra que antes del 15 de marzo sabíamos que existía, sí, claro, pero que se quedaba en una mera opción lexical, algo anecdótico y puntual en nuestro día a día, incluso para los alumbradores de nuevos vocablos, igual de friki que lo eran palabrotas como pandemia, o ERTE, que ahora forman parte diaria de nuestras inquietudes.

Durante nuestro arresto domiciliario el castellano ha ganado la batalla al inglés, que no la guerra, y hemos aprendido castellano fino, de alto standing, a base de entregas por fascículos, por medio de los confinadores del reino. En nuestros hogares se han colao, sin permiso y sin cita previa, expresiones que van a estar en boca de todos cuando accedamos a nuestra original condición de seres libres, ahora bautizada por un experto en marketing con el inquietante nombre de nueva normalidad. ¿Cómo? ¿Perdón? A ver, no sé si me he enterao. ¿La cosa esa que pretende ser nueva y normal a la vez incluye ir de bares, mantener la distancia social y saludarse a base de codazos?.

Un país de contacto

España es un deporte de contacto, como lo es el rugby. España es gesticular, es hablar alto, es socializar, es sudar juntos piel con piel, es el jolgorio y el verbeneo, y con una mascarilla como segunda piel difícilmente se puede transitar cómodo por esa senda que nos han marcado hacia esa anhelada tercera fase, la de los encuentros. A España no le va el metacrilato como barrera arquitectónica entre seres humanos, no le va las playas parceladas ni los hoteles-hospitales.

La desescalada de esta empinada cuesta va a ser dura, compleja y esperemos que sin muchos campamentos base. La nueva transición hacia la total libertad nos va a costar sangre, sudor y lágrimas, como las derramadas por los sanitarios que vestían E.P.I. s como si fueran disfraces de carnaval de papel de fumar. El camino hacia la madre de todas las expresiones escuchadas durante estos largos dos meses, viendo pasar la vida por delante de un ordenador, es como decían los Beatles «thelong and windingroad», una tortuosa y larga carretera hacia la cacareada inmunidad de rebaño.

Y es aquí donde me planto del todo y proclamo que la cabeza pensante que introdujo esta expresión no eligió un buen día para dejar de fumar, esnifar o inyectarse sustancias alucinógenas. ¿Rebaño? Buceo en la R.A.E. y escandalizado leo sus tres definiciones: Uno: «Hato grande de ganado, especialmente lanar»; Dos: «Congregación de los fieles a sus pastores espirituales»; y tres: «Conjunto de personas que se mueven gregariamente o se dejan dirigir en sus opiniones, gustos, etc».

Por muy fuerte que sea el zurriagazo que me pueda endilgar el coronavirus, ni voy a seguir a pastores espirituales por muy altos y guapos que sean, y por muy encantados de conocerse a sí mismos que estén. Ni de coña voy a ser un gregario que se deje dirigir en lo que me gusta o en cómo opino, y como yo, millones de seres humanos que con lo único que sueñan es con recuperar la esencia de nuestro país. Esencia: «Aquello que constituye la naturaleza de las cosas, lo permanente e invariable en ellas».

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