Colaboración
«Este muñeco representa todo lo que no nos gusta del año que se acaba»La quema del Hombre Inicuo estrena cabezudos, tamborilero y un cuento dedicado al recordado don David, el impulsor de la tradición
Óscar Salgado Cepeda
Lunes, 1 de diciembre 2025, 23:25
Érase una vez, en el alegre pueblo de Navalmoral de la Mata, un hombre muy querido por todos llamado Don David González. Don David no era un hombre cualquiera; era uno de los sacerdotes del pueblo, un señor con una sonrisa amable, un corazón enorme y, lo más importante, ¡una cabeza llena de ideas maravillosas!.
Don David había estudiado en el Seminario de Plasencia, donde la víspera de la Inmaculada, se quemaba «al bicho». Cuando llegó a Navalmoral, pensó: «¡Nuestras fiestas de San Andrés necesitan un final tan emocionante como el que yo vi!».
Navalmoral celebraba la fiesta de San Andrés al final de noviembre. El problema era que, con la llegada del invierno, la gente se ponía un poco... ¡tristona! El sol se escondía más pronto, hacía más frío, y todos empezaban a pensar en lo malo que había pasado durante el año: las riñas con los amigos, los juguetes rotos, las promesas que no se cumplieron, y el fastidio de tener que abrigarse tanto. A todas esas cosas malas y a la tristeza del invierno, Don David las llamó el «Hombre Malo o el hombre inicuo».
Un día, Don David llamó a los jovenes del pueblo y les contó su plan. Querían crear un muñeco gigante, muy pero que muy feo. Este muñeco sería el Hombre Malo o Hombre Inicuo.
Le pusieron una cara muy seria, como de enfado.
Lo vistieron con ropas viejas y rotas.
Lo rellenaron de paja para que fuera bien grande.
«Este muñeco,» explicó Don David a los niños, «representa todo lo que no nos gusta del año que se acaba. Todos los enfados, las penas, la pereza y las cosas malas. Cuando lo miremos, recordaremos que ¡ya no las queremos más!».
Llegó la noche de San Andrés, el día más importante de la fiesta. Después de la misa, todo el pueblo se reunió en la plaza. En el centro, estaba el gigantesco y feísimo Hombre Malo.
Los niños y mayores estaban emocionados. Don David se puso delante y con una voz que hizo eco en toda la plaza, dijo:
«Amigos de Navalmoral, ¡mirad a este Hombre Malo! Hoy, en este fuego, vamos a quemar todo lo feo y lo triste que el año nos ha dejado. Quemaremos el enfado, quemaremos la mentira, quemaremos la pereza. Y cuando se convierta en cenizas, sabremos que solo nos queda sitio para la alegría, el cariño y la esperanza del año que empieza.»
Don David se acercó al muñeco y, con una antorcha encendida, ¡le prendió fuego!
Al principio, el fuego era pequeño, pero pronto las llamas se hicieron gigantes y brillantes. El Hombre Malo crujió y se encogió mientras ardía. El calor calentaba las mejillas de los niños, y el humo subía hasta las estrellas.
La gente de Navalmoral no sintió miedo, sino una gran alegría. Daban palmas y gritaban:
«¡Adiós, tristeza!»
«¡Adiós, enfados!»
«¡Hola, año nuevo!»
Cuando solo quedaron unas pocas brasas, el cielo de Navalmoral pareció más claro. Los corazones de la gente se sintieron más ligeros.
Y así fue como Don David González trajo al pueblo la costumbre más bonita para acabar con las tristezas. Desde ese día, cada año, al llegar San Andrés, el pueblo recuerda que, gracias a Don David y al fuego mágico, la pena se va volando y solo queda espacio para celebrar y esperar un año lleno de cosas buenas.
Y colorín colorado este cuento se ha acabado....