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Antonio Piné en plena tarea creativa HOY
«La monotonía se hace dura. Qué pequeña es una casa, cuando no tiene puerta. Qué grande y atrayente se vuelve una ventana...»
Reflexiones sobre la crisis del coronavirus

«La monotonía se hace dura. Qué pequeña es una casa, cuando no tiene puerta. Qué grande y atrayente se vuelve una ventana...»

«Aprovechemos el confinamiento para conocer a esas personas que, a pesar de compartir nuestro espacio, se convierten en extraños, incluso los más cercanos»

Antonio Piné, escritor aficionado

Miércoles, 25 de marzo 2020, 10:11

Es triste que nos tengamos que ver en una situación como la actual, para descubrir sobre qué descansa este país. Triste, esclarecedor y esperemos que pedagógico. Por lo que a mí respecta, ya ha dejado huella, pa' los restos.

Cuando esos señores de corbata, que salen en la tele, con pintas de saber lo que hacen, asomaron a las pantallas, con cara afectada (y maquillada), y en todas a la vez, ya pintaba en bastos. Ya estaba liada y no había marcha atrás. ¿Y qué será, oye, que es decir que no nos preocupemos y salimos en masa a cargar, hasta los topes, la nevera; el arcón; la despensa; el canapé de la cama y el pasillo? ¿Este no es el mejor termómetro para medir nuestra confianza en los políticos? Para mí, que sí. Pero ya llegará el día de pasar factura. De momento, a engordar.

La monotonía se hace dura. Que pequeña es una casa, cuando no tiene puerta. Que grande y atrayente se vuelve esa ventana que, hasta ahora, solo nos ocupábamos de abrir, o cerrar, una vez al día. Ese rectángulo, nos llama más la atención que la caja tonta, que no trae nada bueno…Y, ¡oh sorpresa! ¡Ahí hay vida! La de verdad. Con olores, colores y sonidos reales. Es asomarte, y te encuentras con caras, que en un primer momento, parecen preocupadas, y al instante, asoma una sonrisa.

Te sale un buenos días, que vacía el pecho. Enhebras una conversación, que sabe a poco. Te ofreces, se ofrecen para lo que necesites. No quieres ser el primero en retirarte. Descubres el valor de lo sencillo. Te sientes útil, acompañado, reforzado y en los metros que nos separan, se teje, con todos esos torsos recortados en metal y cemento, un vínculo que no sabes cuándo se perdió, o por qué no se creó antes.

Los que no vamos a cambiar el mundo. Los que somos sencillos. Los que no importamos más que una vez cada cuatro años, ante esta desgracia, nos convertimos en la red de salvación de todos. Hacemos lo que nos piden, en la medida de nuestras posibilidades… no, por encima, como siempre.

Aprovechemos, ya que no nos queda otra, el confinamiento, para conocer a esas personas, que a pesar de compartir nuestro espacio, se convierten en extraños, incluso los más cercanos, por el maldito trajín diario. Asomémonos, para aplaudir a todos esos que no pueden quedarse en casa. Aprovechad para abrir un libro (que no muerden), jugad con vuestros hijos, sonreíd un poquito más y si sois capaces, entablad una conversación, mas allá de monosílabos, más allá del maldito «bicho». Compartamos la carga, se hará más liviana.

A ver sí, de esta maldita situación, sin olvidar a los que ya no estarán, sacamos algo positivo. Volvernos más humanos, mirar más lo cercano, valorar lo real y aprendemos, de una puñetera vez donde reside, que significa, quienes son, los pilares de una sociedad, de un país. Vosotros. Nosotros.

Long Life to White Trash.

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