noemí garcía jiménez
Lunes, 19 de julio 2021, 10:45
El pasado lunes 12 por la mañana las calles moralas mostraban un aspecto peculiar. Junto a aquellos que buscaban casi con cierta desesperación un supermercado abierto, para coger algún artículo considerado de primera necesidad, había más de un despistado, extrañado ante la visión de todos los comercios cerrados.
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A la altura de la Cruz del Rollo, uno me paró y me preguntó al respecto. Le dije que era festivo, por uno de los días de Carnaval. ¡Vaya mal día he elegido para venir!, me respondió. Su comentario inevitablemente me hizo reír y preguntarle de dónde era.
De vuelta a casa, iba cavilando acerca de por qué se había elegido ese día y no otro. Bastó una búsqueda rápida para hallar la respuesta. Otro 12 de julio, pero del año 1663, el rey Felipe IV, concedía a Navalmoral su independencia. Dicho así, hasta suena un poco irónico.
Por entonces, el rey, con las arcas vacías y varios frentes abiertos, como la Guerra de los Treinta Años, las sublevaciones de Cataluña o la independencia de Portugal, necesitaba dinero, y decidía vender la jurisdicción a los pueblos que la quisieran. De esta manera, surgía el Condado de Navalmoral. El primer conde fue don Baltasar de Ribera, al que le fue concedido el título, con dominio de la villa y partido de Navalmoral. La verdad es que dicho título no llegó a hacerse efectivo como tal y a día de hoy estaría vacante.
Sin embargo, quince años después de aquel lejano 12 de julio, Navalmoral compraría su libertad o exención para evitar ser un condado, o más bien para librarse de la presión que ejercían los señores del alfoz de Plasencia sobre la Campana de la Mata desde hacía varios siglos, como novelaba en 'La placiente espera', en la que la usurpación de las tierras de pastos por los nobles es la preocupación constante de Alonso, su protagonista.
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En la realidad, los corregidores de la vecina ciudad, a pesar de que su lema es Ut placeat Deo et hominibus, parece que no fueron tan placientes con los municipios de la comarca del Arañuelo, a los que sometían a frecuentes tropelías, abusos y saqueos, junto a una fuerte presión por el pago de impuestos.
Las gentes de los lugares de la Campana de la Mata, cansadas, asfixiadas por los pagos y empobrecidas, decidieron comprar su exención y vieron en la necesidad de dinero de la Corona su vía de salida, una solución bastante cara. Así, el alto precio que se les pidió a cambio originó que Casatejada o Saucedilla, no pudieran pagar la tasa fijada, motivo por el que se convirtieron en lugares de señorío.
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En cuanto a Navalmoral, en el año 1635 iniciaba los trámites para la compra de esa libertad, pero no fue hasta el año siguiente cuando Felipe IV le concedió el título de Villa. En 1637, antes de lograr la exención de la ciudad de Plasencia, era alzada la Cruz del Rollo, la picota jurisdiccional, como imagen de la justicia municipal.
Carta de Privilegio
En la Carta de Privilegio que dio la exención a Navalmoral se le concedía el título de Villa no solo al Concejo de la Campana de la Mata, sino a los seis lugares que la componían: Navalmoral, Peraleda, Millanes, Valparaíso, Torviscoso y Malhincada. Cada uno de ellos formaría una sola vecindad, con justicia y gobierno. Además, recogía la jurisdicción de cada alcalde en su propia Villa; en lo criminal, tendría conocimiento y prevención, y en lo civil, podría resolver asuntos de poca cuantía.
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Como se llevaba haciendo desde su creación, los asuntos relativos al Concejo de la Mata se seguirían solucionando en la Iglesia de Santa María de la Mata. Además, se reconocía al Concejo la facultad de seguir gozando de los privilegios, derechos y exenciones propios de Plasencia y su alfoz, pudiendo multar la intrusión de ganados y personas en ejidos y bienes propios, aunque fueran de Plasencia y su jurisdicción. A pesar de ello, el Concejo no quedaba exento del pago de alcabalas, tercias, servicios ordinarios y extraordinarios… ni de los diezmos a la Iglesia y otros impuestos.
Por otro lado, por esa Cédula, los nuevos alcaldes habían de hacer juicio de residencia a los anteriores, incluyendo cuentas de propios, pósitos y rentas, y podían usar insignias de la justicia. En Navalmoral, se optó por la picota ya levantada, la Cruz del Rollo, a pesar de que en esa época ya no se ejecutaba a nadie en ella.
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Como la importancia de los hechos históricos se suele diluir en el tiempo, este año, Navalmoral ha celebrado el aniversario de su independencia con un necesario descanso y bastante silencio.
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