Jandro tanco, secretario de organización de la agrupación socialista morala
Domingo, 9 de mayo 2021, 23:02
Libertad, bonita palabra cuando su acepción no se confunde con egocentrismo, individualismo, egoísmo o algún otro término similar. El interés general, el bien común, lo que beneficia a la sociedad como colectivo nunca puede quedar supeditado al anhelo individual.
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La libertad no puede atentar contra los derechos a la vida y a la salud de las personas. Como supuestos seres humanos que somos, decidimos establecer unas normas básicas de convivencia para que las libertades acabaran donde comienzan los derechos más esenciales de cualquier comunidad y al igual que se castiga penalmente al autor de un asesinato porque la vida es el bien más preciado, deben también ponerse límites a la acción individual que atente contra la salud y la vida. Contra la mía, contra las de mis familiares, contra las de mis amigos, las de mis vecinos, las de mis convecinos... las de patriotas y compatriotas.
Yo pago impuestos para garantizar una sanidad que es sufragada con Presupuestos Generales del Estado. Es decir, que también contribuyo a sostener los diferentes servicios de salud (Más allá de que la pobre Extremadura tenga que enviar respiradores) para que en ellos atiendan, entre otros, a usuarios contagiados de covid. Es más, ayudo a que sean derivados a otros establecimientos sanitarios si el que le corresponde se encuentra saturado o carece de medios y, sin embargo, a pesar de cumplir con mi obligación tributaria, nadie me protege contra comportamientos que, en no pocos casos, concluyen con la muerte.
Pago impuestos para que toda la ciudadanía pueda vacunarse protegiéndose a sí misma de sí misma. Otro debate es por qué se saca a licitación en alguna comunidad y va con tanto retraso. Pago impuestos para que en las residencias, al menos en las públicas, las personas mayores sean atendidas y no abandonadas, para que haya personal y material suficiente en hospitales y UCIS, pero también los pago para que la Administración establezca límites imponiendo medidas que impidan conductas delictivas.
La sanción económica no disuade la celebración de bukakes víricas y menos cuando el poder adquisitivo del delincuente es alto, que mucho se culpa a la juventud y poco a los de mediana edad, pero las imágenes de finales de Copa, de cuatros de mayo y de segundas, terceras y cuartas viviendas celebrando fiestas de alcurnia, ahí están.
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Ahora mismo estamos inermes ante comportamientos que, además de poner de manifiesto la necesidad de potenciar los servicios de salud mental, suponen un serio problema. Hoy es el coronavirus, pero ayer se crearon Bolsonaros, Trumps y Ayusos como iconos de libertad. Demiurgos titulares de un club que se desprendió de Johnson porque comprendió que la vida no cotiza en bolsa y pocos ingleses disfrutaron de su libre albedrío hasta que se pudieron vacunar. Y eso no hubiera pasado si no hubiera estado ingresado en una UCI.
Aquí, la falta de rastreadores del país de la libertad y la impunidad del terrorismo vírico ya nos han llevado a cerrar hostelería y comercio. Que coincidiera con la llegada masiva de indolentes libertarios seguro que es mera casualidad, pero una casualidad que si se repitiera, ya no sé como les podríamos ayudar.
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Quizás sea momento de recordar al constitucionalismo que en España se reconocen derechos, pero también obligaciones, no vaya a ser que se comience a premiar en más lugares el abandonar a vivos y muertos en residencias de mayores.
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