«Los ladrillos no son el mejor modo de proteger el dolmen de Guadalperal»
«Un tercio de los ortostatos necesitan una actuación urgente, y aún estamos a tiempo», afirma el arqueólogo Miguel Ángel López
«Los ladrillos que se han colocado no son el mejor modo de proteger el dolmen de Guadalperal». Miguel Ángel López, reconocido como uno de los arqueólogos más prestigiosos de España, es tajante. Bajo su criterio, hay un extenso catálogo de soluciones más apropiadas para este caso que la tomada por el equipo de expertos a los que el Ministerio de Cultura y Deporte ha encomendado la tarea de analizar qué es lo mejor para el monumento que el pasado agosto emergió de las aguas del pantano de Valdecañas.
Según explicó el Gobierno, la intervención realizada consistió en «la mejora de las bases de los ortostatos (bloques o losas verticales) con sucesivas hiladas de ladrillo de tejar, un material que por su geometría permite la configuración de estructuras estables para paliar el posible deslizamiento de las piezas».
Pero López, que es licenciado en Prehistoria y Arqueología por la Universidad Autónoma de Madrid y graduado en conservación y restauración de bienes culturales por la Escuela de Conservación y Restauración de Bienes Culturales de Madrid, no está de acuerdo con que esta opción sea la más recomendable para el monumento extremeño.
Mejor sujetarlos en altura
«Su utilidad en este caso es muy limitada por varias razones, una de ellas su ubicación en una zona del embalse que está expuesta al oleaje continuo, que seguramente moverá los ladrillos», asegura el experto, que ha trabajado en yacimientos de España, Italia, Marruecos y sobre todo en Egipto.
«Mientras discutimos qué hacemos con el dolmen, deberíamos protegerlo, pero hacerlo de la mejor manera posible, que no es con estos ladrillos», reflexiona el arqueólogo, que entiende que «hubiera sido más apropiado algún tipo de solución que sujetara los elementos en altura».
En cualquier caso, él cree que «aún estamos a tiempo de hacer las cosas bien, porque el nivel del agua no ha subido lo suficiente como para sumergir el yacimiento».
En su opinión, la prioridad debería ser actuar sobre aquellos elementos que están más deteriorados y más expuestos. «Los que son de granito de grano grueso son los más amenazados y en ellos deberíamos centrarnos», propone López, que cree que estos bloques «necesitan una actuación urgente». «No es que el resto no la precisen, pero son de otro materiales, concretamente de cuarcita y de granito compacto, lo que les hace diferente a los otros». Para estos que corren mayor riesgo de sufrir daños, él propone dos vías: monitorizar y colocar testigos.
A grandes rasgos, lo primero consiste en tomar referencias sobre el estado y la ubicación exacta -con precisión milimétrica- del medio centenar de ortostatos más dañados, para en fechas posteriores volver a tomar datos para comprobar su estado de conservación y si se han desplazado. Lo segundo, la colocación de testigos sobre las grietas que tienen algunas de las losas que forman el conjunto, servirá para calibrar la evolución de esas heridas. Y tanto una información como otra serán una base sólida para ir tomando decisiones, argumenta Miguel Ángel López, que a modo de reflexión general en torno a la polémica sobre si hay que trasladar o no el dolmen, hace ver que «entre el blanco y el negro existe una amplia gama de grises».
«Sería un error pensar que los elementos que conforman el monumento van a evolucionar como lo han hecho en otras etapas anteriores de su existencia, porque las condiciones han ido cambiando», amplía el especialista. «Ahora se deterioran más rápidamente por varios motivos -explica-. Entre ellos, el hecho de que no estén sumergidos bajo el pantano permanentemente. Que se sequen y se vuelvan a mojar no es bueno para ellos, porque dificulta que los materiales encuentren su equilibrio».
De hecho, él tiene claro que «en las condiciones actuales, en el dolmen de Guadalperal hay ortostatos que con seguridad no durarán otros cincuenta años».
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