Las flechas erradas de San Tontín
«Me pregunto si el cambio climático, que espero que ya nadie niegue, estará influyendo sobre las relaciones humanas y sobre nuestros sentimientos»
Noemí García Jiménez
Viernes, 14 de febrero 2020, 12:28
El 2020 ha empezado con frío y nieve, más de lo que suele ser habitual, seguidos de días de densa niebla que han dado paso a una temprana primavera. Las cigüeñas debían saberlo, que no nos llegaría a castigar el temporal Gloria y que habría un ascenso de temperatura por encima de lo normal para la época, pues volvieron a sus nidos del silo no en San Blas, como era de esperar, sino en Nochebuena. Quizá porque ellas no vienen en tren o habrían llegado tarde.
Publicidad
Sí es posible que más de uno esté ya harto de las continuas lluvias de las últimas semanas que, por cierto, han dejado los campos de la comarca bastante verdes. A estas alturas, no podemos negar que el clima está cambiando.
Ya veremos cómo se presenta el Carnaval y la Semana Santa, si no vienen también cargados de agua, por otro lado, necesaria, sobre todo para que suba el caudal del Tajo, tan castigado por los trasvases. De momento, llevamos unos días que luce el sol y en algún escaparte vuelve a haber corazones. En otros, empieza a haber máscaras de Carnaval.
Con tanta inestabilidad meteorológica, me pregunto si el cambio climático, que espero que ya nadie niegue, no nos estará afectando a otros niveles. A los animales y las plantas empieza a haber evidencias de que sí. Las cigüeñas ya no saben cuándo les toca irse y cuándo volver, los almendros florecen fuera de su tiempo, pero, ¿y a nosotros?, ¿nos estará afectando el cambio climático?, ¿estará influyendo sobre las relaciones humanas? ¿y sobre nuestros sentimientos?
En lo que va de año, he escuchado más quejas del tipo «me ha dejado» o «lo hemos dejado» que de otro tipo. Parece que san Tontín está errando sus tiros o acaso se da la casualidad de que, en estos momentos, no tengo cerca a personas con mariposas en el estómago, cegados por completo, suspirando de amor. Sigo creyendo que el enamoramiento nos sienta bien, al hacer que nuestro cerebro libere endorfinas, la hormona de la felicidad. ¿Será por el cambio climático o se les habrán pasado los diecisiete meses que dura su efecto?.
Publicidad
Alicatado hasta el techo
Marea dice en una canción que tiene «el corazón alicatado hasta el techo». Se lo tomo un momento prestado, me parece un bonito símil. Así debe estar el corazón de estas personas. Lo más habitual, al perder a alguien, es, sin duda, que nos encerremos en nosotros mismos, ya sea una ruptura o una separación amistosa; que, durante un tiempo, rechacemos cualquier intento de aproximación, aunque esa nueva persona que pide paso, pueda ser nuestra media naranja.
En esas circunstancias nunca lo veremos, ni aunque los que nos rodean nos lo digan. Es más fácil que si sigue intentando acercarse, salga malparada, al ser comparada injustamente con quien estuvo en nuestra vida antes pues, como dice el refrán, «las comparaciones siempre son odiosas». Las flechas nunca pueden hacer blanco en un corazón desilusionado, dolido, alicatado hasta el techo.
Publicidad
Y no queda ahí. Además de olvidar, hay que dejar que el tiempo pase, debido a que la otra consecuencia de recibir una dosis considerable de hormona de la felicidad es la adicción. Más de un lugar y ciertos momentos y gestos, nos devolverá el recuerdo doloroso de la persona que ya no está. Esto confunde a algunos y los lleva a intentar recuperar, a toda costa, lo que se ha ido, pero es conveniente pasar página. Dejar que pase Gloria, salga de nuevo el sol y permitir a san Tontín que haga su trabajo.
¡Feliz San Valentín!
PRIMER MES GRATIS. Accede a todo el contenido
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión