

Pilar Rubio, vocal de Cultura del Hogar Extremeño de Madrid
Viernes, 29 de mayo 2020, 18:42
Elisa Herrero Uceda, natural de Ceclavín, doctora en Biología, Ingeniera informática, escritora y poeta de nuestra tierra extremeña, nos ha dejado en silencio en pleno confinamiento. Es justo que los amigos alcemos nuestra voz para recordarla ya que no pudimos despedirla al emprender la aventura de su último viaje.
La primera vez que me encontré con los hermanos Herrero Uceda -Miguel, Ton, Fran y Elisa-fue leyendo su libro 'El alma de los árboles' en la Biblioteca Pública Eugenio Trías de Bes, con una mirada de soslayo hacia los espléndidos árboles del parque del Retiro de Madrid. Me emocioné recordando a mi padre cuando en mi niñez me llevaba al campo de nuestra querida Extremadura para que le ayudase en las tareas agrícolas y, de paso, aprovechar la oportunidad de enseñarme la flora y la fauna autóctona.
Quise saber más de los Herrero Uceda, una familia de ingenieros volcada en el contacto y en el cuidado de la naturaleza, y leí todos sus libros. También escuché por primera vez la voz de Elisa, con ecos de nuestras raíces, y cuyo timbre se me asemeja al trino de las golondrinas.
Por su actividad editora, en consonancia con la de mi marido y la mía, y por su oficio de escritores, como también es mi caso, nació una amistad entre los seis que nos llevó más allá de las conversaciones profesionales acerca de los libros.
Invitados por el Ayuntamiento de Aldeanueva del Camino, mi pueblo natal, para exponer su obra y hablarnos de la naturaleza extremeña, aún recuerdo aquella tarde en la que tomando un refresco en la terraza de nuestra casa, observando el pasar de unas nubes algodonosas, blancas, que surcaban el cielo azul, Elisa atisbó unos gorriones posándose en las ramas de unos olivos. Un rato después era una cigüeña la que se dibujaba en el cielo, y entonces nos congratulamos de la suerte de haber nacido en un pueblo y, por añadidura, extremeño.
Aquel día paseamos por el campo y fuimos hasta el famoso alcornoque de la Fresneda y nunca olvidaré cómo los cuatro hermanos pasaban sus manos por la corteza del árbol para apreciar su salud o detectar cualquier grieta que fuese síntoma de una enfermedad, con el objetivo de curarla. Por la noche, en el Jardín de Masides, tuve el honor de presentar a los Herrero Uceda cuando dieron su conferencia sobre el alma de los árboles y la arboterapia. Cada vez que Elisa recitaba a los poetas, o sus poemas de 'La Encina' y 'Ceborrincho', adornando las palabras de sus hermanos y las bellas imágenes que proyectaban, el público, entregado, aplaudía con la música de su voz, que susurraba en nuestros oídos cual caracola.
Después, nos esperaban las estrellas, y nos quedábamos en silencio mirando al cielo, en la creencia de que nuestras madres, quienes nos habían instruido en el conocimiento de las constelaciones, nos contemplaban desde las alturas.
Como vocal de Cultura del Hogar Extremeño de Madrid, una atalaya en el centro de la capital, donde la junta directiva y los socios representamos y promocionamos todos los campos del saber y de la cultura extremeña, he tenido la oportunidad de presentar la obra de los hermanos Herrero Uceda, amigos de nuestro centro y de diversas Casas Regionales Extremeñas repartidas por la geografía española.
Lucha comtra el cáncer
Elisa nos dejó el 21 de mayo, «casi sin darse cuenta y rodeada de todos nosotros»-en palabras de su familia- tras luchar con valentía durante años contra el cáncer. Su hijo y sus hermanos han podido acompañarla antes de emprender su último viaje. A los amigos, confinados, como todos, solo se nos ha permitido oír su voz, arengando a sus vecinos cada tarde a resistir desde este lado de la trinchera y aplaudiendo a los profesionales que han luchado en primera línea.
Descansa en paz, Elisa, querida amiga. Ya no podremos compartir tus besos, pero nos queda el legado de tu voz y tu mensaje de responsabilidad ante el cuidado de la naturaleza para salvar el planeta. Gracias por todo y por intentar conseguir que el mundo sea más bueno, un «Cachinu e cielo», como bien dices en tu poema y que siempre recordaremos cuando miremos las estrellas de nuestra querida tierra extremeña, desde donde, sin duda, nos seguirás viendo
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