Diario de un confinado, entrega 3

Miro por la ventana. Ha salido el sol. Deberían multarle por haber salido y estar en plena calle.

Este tiempo soleado me hace añorar el carril bici a Millanes, por el que paseaba a diario, antes de que el viroso bicho nos condenara a un confinamiento domiciliario.

Pienso en las consecuencias del obligado sedentarismo y miro la báscula con una mezcla de temor y odio.

Acabé el libro que estaba leyendo. Empiezo otro de un escritor gallego.

Enciendo el ordenador y leo un tuit en el que su autor exige la dimisión del que desde 2012, nombrado por el gobierno de Rajoy, ocupa el cargo de director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias (CCAES) del Ministerio de Sanidad y es el portavoz en esta crisis sanitaria.

Busco los historiales de uno y otro y no me explico cómo un tarambana, cuya experiencia laboral se limita al mundo de la política de la que vive desde que dejó de hacerlo a cuenta de sus padres y cuyo mayor mérito es su mala baba, puede arremeter contra alguien que tiene un extraordinario historial médico.

Y hay muchos que le siguen la corriente. Aún tienen vigencia aquellos versos de Antonio Machado: De diez cabezas, nueve embisten y una piensa.

Salvemos la Isla de Valdecañas

He entrado después en la web Salvemos la Isla de Valdecañas.

Al pensar en los fallos judiciales al respecto he recordado una frase que el extremeño Javier Cercas pone en boca de uno de los personajes de su libro 'Terra alta': «La justicia absoluta puede ser la más absoluta de las injusticias». Me parece que se ajusta a este caso

Después he encontrado una publicación de carácter mensual cuyo artículo de fondo de los tres últimos meses ha tratado sobre la Isla de Valdecañas pidiendo su demolición.

Tengo que leerlos con calma y voy a ver si encuentro el informe de la Estación Biológica de Doñana, dependiente del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) para ver de primera mano lo que dice.