Borrar
Gómez de la Torre al ordenador
Diario de un confinado, décima entrega: desconfinamiento
Crisis del coronavirus

Diario de un confinado, décima entrega: desconfinamiento

«La Universidad de Facebook hace doctores en microbiología y muchos alcanzan la especialidad en epidemiología gracias a másteres que imparte políticos, periodistas y locutores»

José María Gómez de la torre

Viernes, 22 de mayo 2020, 10:12

Contaban hace unos años que la mejor universidad del mundo eran las Aerolíneas Argentinas, porque en el aeropuerto de Ezeiza embarcaban panaderos, cajeros de banco o secretarias y llegaban a Barajas directores de cine, profesores de literatura o psicoanalistas.

En estos días de confinamiento la Universidad de Facebook hace doctores en microbiología y muchos alcanzan la especialidad en epidemiología gracias a másteres que imparten políticos, periodistas y locutores de radio.

Gracias a esta universidad y a los impartidores de másteres hace unos días recibí una lección magistral de un alumno aventajado.

Por razones que no vienen al caso me vi en la necesidad de realizar una compra. El comercio donde la realicé está francamente bien organizado. Aunque la puerta es de entrada y salida, nada más cruzar su umbral dirigen de forma separada a quien accede para efectuar su compra de quien sale una vez realizada. Así pues, al entrar es uno dirigido al pasillo de entrada en el que están marcadas las distancias en el suelo antes de llegar al mostrador que se encuentra al fondo, perfectamente aislado con mamparas protectoras.

Realizada mi compra me dirigí con el tique por el pasillo de salida en dirección a la caja. Ya a la vista de esta me detuve porque una pareja estaba dilucidando si comprar o no un artículo expuesto en la estantería que bordea el pasillo. Era un «que sí» del hombre y un «que no» de la señora. Él exponía sus razones y ella las rebatía.

En estas estábamos cuando quedó libre la caja y, pensando que la pareja seguiría argumentando y contraargumentando sobre la compra del artículo, me dirigí a ellos pidiendo por favor que me permitieran el paso.

Mi voz fue como el toque de clarín en una plaza de toros: la señora aprovechó la ocasión para poner fin a la deliberación dirigiéndose con premura hacia la caja, mientras el varón se revolvió y verbalmente arremetió cual miura en la suerte de varas:

—¡Vamos a ver muchacho! ¡A qué vienen tantas prisas! ¿Es que no sabes que hay que mantener la distancia?

A mi edad, en otras circunstancias y con otro tono de voz, hasta me podría haber gustado lo de «muchacho»; pero confieso que me resultó desagradable el burdo tono empleado, que no era de alabanza, sino la forma de expresión de un individuo carente de educación tratando de ocultar su complejo de inferioridad con una agresividad inmoderada. Presupongo lo del complejo. Cabe la posibilidad de la certeza. Tal vez desahogaba la irritación y frustración suscitadas por la negativa de su esposa a la compra que él deseaba.

Es cierto que, para poder adelantarles, dadas las dimensiones del pasillo era materialmente imposible mantener una distancia de dos metros, pero me pregunto cómo caminará este individuo por las aceras de Navalmoral. Sea como sea, el hombre se desató informándome que podría contagiarle, o él a mí, si no guardaba la distancia recomendada extendiéndose en explicaciones que no me interesaban.

Como remate a su lección magistral resolvió que la cosa sería diferente si nos hubieran hecho un test.

Colocado en la marca de seis metros a la caja seguía el hombre con su perorata cuando la cajera dejó su puesto y se acercó a mí para pedirme el tique de compra, cobrarme y así ganar tiempo adelantando tarea, dado que se acercaba la hora del cierre y aquella pareja no parecía tener prisa ni intención de dejar llegar a la caja a los clientes que hacíamos cola.

He de hacer constar que precavidos eran. Como debían querer algún artículo que en ese momento no había en existencia pero que se esperaba recibir, un dependiente ofreció una tarjeta del comercio a la señora, que ella no tocó no sea qué y por si acaso: le sacó una foto con el móvil.

Dudas sobre los test

Tal vez debería haber prestado atención a sus explicaciones sobre la necesidad de hacer test, porque debo confesar que en estos días yo no he hecho el doctorado de epidemiología y estoy lleno de dudas que a lo mejor alguien es capaz de resolver.

Tengo claro que cualquier test sólo va a dar información del estado en el que el organismo se encuentra justamente en el momento de la toma de la muestra biológica.

El test PCR detecta la presencia del virus.

—¿Hacer el test inmuniza?

—Si es negativo no se tienen virus. ¿Garantiza eso que posteriormente no se pueda ser contagiado?

—Si es positivo hay virus. ¿Se depende de la reacción del organismo? ¿Se es además transmisor?

El test serológico informa de los anticuerpos que haya generado el organismo.

—¿Hacer el test inmuniza? Si sale negativo:

—¿Garantiza que posteriormente no se pueda ser contagiado?

—¿Es posible estar contagiado y no haber generado todavía suficientes anticuerpos detectables?

—Con ese resultado negativo ¿es posible ser transmisor del virus? Si sale positivo en anticuerpos:

—¿Está garantizada la inmunidad?

—¿Depende la inmunidad de la cantidad de anticuerpos generados?

—En caso de tener inmunidad ¿cuánto dura?

—¿Es posible ser transmisor del virus?

Agradecería que quien sepa aclare mis dudas.

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

hoy Diario de un confinado, décima entrega: desconfinamiento