
MARÍA ÁNGELES FERNÁNDEZ
Lunes, 13 de septiembre 2021, 17:35
Tal vez, la gente que pasó por ahí cientos de veces, muchas para bañarse en el pantano, cuando el color y el olor del agua aún invitaban a un chapuzón, otras para dar de comer al ganado, nunca supo que aquel resalte del terreno esconde unos restos prehistóricos que pueden ser únicos. A partir de ahora, lo sabrán.
Un equipo de doce personas, dirigido por la arqueóloga y catedrática de Prehistoria en la Universidad de Alcalá, Primitiva Bueno, y por el profesor del departamento de Prehistoria, Arqueología e Historia Antigua de la Universidad Complutense, Enrique Cerrillo, y en el que participan arqueólogos, estudiantes, personas de la zona con interés en el tema y un peón municipal, ha excavado el dolmen de Las Labradas. Los trabajos han sido sostenidos económicamente por el Ayuntamiento de Bohonal de Ibor, y cuentan con la autorización y apoyo de la consejería de Cultura de la Junta de Extremadura.
«La facilidad de acceso al sitio es una ventaja para esta excavación que, desde el primer día se concibe como un laboratorio de puertas abiertas para quienes quieran visitarnos», ha dicho el ejecutivo municipal en un bando. «El objetivo es conocer el patrimonio histórico del pueblo e intentar ponerlo en valor», subraya por otro lado la concejala Aroa Sánchez.
«Esperamos tener la posibilidad de ofrecer al público la opción de contemplar cómo eran las comunidades que poblaron esta zona entre unos 6.000 y 4.000 años atrás. El simple hecho de su buen estado de preservación y su integración en una zona con muchos tipos de sepulcros prehistóricos ya hace único al yacimiento», explicó a HOY Cerrillo.
González Cordero
Fue en 1991 cuando el profesor Antonio González Cordero, experto en el patrimonio prehistórico de la comarca del Campo Arañuelo y de los alrededores del embalse de Valdecañas, identificó este túmulo, guiado por un vecino de Bohonal, Víctor Navas, y lo dio a conocer en un libro firmado con Domingo Quijada, Cronista Oficial de Navalmoral hasta su fallecimiento hace un año. González Cordero, quien participa en los trabajos grabando imágenes aéreas con un dron, considera maravilloso que se excave el dolmen.
«Espero que esté intacto, que así parece, y que los ajuares nos cuenten una historia muy interesante y que así la gente lo conozca y comprenda; y también que respeten y no toquen nada, porque es un trabajo muy minucioso y delicado», explica el experto, quien cita otros dólmenes que hay en el municipio como el del Pibor o el del Horquillo, este ya en terreno estatal porque es de la cuenca del pantano. «Con el ajuar se podrá contar mucho sobre los primeros pastores y agricultores que se instalan en la zona», añade.
El profesor Enrique Cerrillo explica que los túmulos tenían una finalidad funeraria y albergaban en su interior distintos tipos de cámaras. La más conocida en la zona es el dolmen de Guadalperal, también excavado y estudiado este verano, aunque hay más.
«Las excavaciones en Bohonal se han centrado en conocer qué tipo de enterramiento es, además de obtener información sobre cómo era el paisaje. Nuestra aportación pretende ofrecer a la localidad de Bohonal de Ibor y a las de su alrededor un recurso cultural que añada riqueza al territorio», añade el experto extremeño.
Un verano de excavaciones
La insólita bajada del nivel del pantano de Valdecañas este verano ha dejado al descubierto parte del patrimonio histórico de la zona que llevaba bajo el agua desde la década de los años 60. Además del archinarrado dolmen del Guadalperal, han visto la luz el Puente del Conde, en Berrocalejo; varios verracos de la Edad de Bronce o restos de un enterramiento visigodo también en Bohonal, que han sido ya levantados para ser estudiados.
«El Campo Arañuelo es un foco de extrema importancia para comprender cómo las comunidades del Neolítico y la Edad del Cobre ocuparon este territorio y dejaron manifestaciones únicas en la Prehistoria peninsular. Pocas zonas tienen concentraciones de dólmenes, poblados, grabados y pinturas rupestres como las que nos ocupa, muchas de ellas conocidas gracias al inmenso trabajo de Antonio González Cordero», concluye Cerrillo.
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