

Ni rastro del voseo. Ni un ligero deje ni alargamiento de las vocales tónicas, ni siquiera un 'acá'. Le gusta el mate, eso sí, «aunque allí lo toman muy caliente y yo lo prefiero cuando se enfría».
Nerea Agüero, de 24 años y nacida en Navalmoral -donde ha sido elegida mejor deportista femenina del 2020- no conoce Argentina. Nunca la ha visitado, ni siquiera de turismo. En 2019 pasó unos días en Ezeiza, ciudad administrativa de Buenos Aires, con motivo de su primera convocatoria para unos entrenamientos con la albiceleste, que por entonces dirigía Carlos Borrello. Pero cuando sale a relucir su alma futbolística, la esencia del país sudamericano se palpa en cada palabra.
El actual seleccionador argentino, Germán Portanova, incluyó a la zaguera del Granada en la lista para acudir a un doble enfrentamiento con Ecuador en Quito, el 27 y 30 de noviembre pasados, como preparación para la Copa América del próximo año. Era la segunda fecha FIFA en la que participaba tras la acontecida en octubre en México, donde no tuvo minutos. En el primer envite, saldado con empate a cero, Nerea se quedó en el banquillo. Nada le hacía presagiar que tres días después le llegaría su momento. En la víspera del encuentro, el entrenador se acercó a ella y le desveló la noticia de que partiría de inicio. «Muy feliz, porque lo que quería era tener la oportunidad de estar aquí y estoy contenta del trabajo que hice».
Inmediatamente se lo contó a su pareja. Con su familia dudó más, temía que el aluvión de muestras de cariño le generara cierta ansiedad, «pero la emoción era demasiado grande y no pude evitarlo».
Debutó como titular
Salió además como titular, disputó los primeros 45 minutos de un partido que finalizó 2-2. Y sus sensaciones fueron muy positivas. «Antes de salir a calentar tenía muchos nervios, era la primera vez, pero cuando entré desaparecieron y jugué como lo hago en el Granada; esa era mi intención, demostrar lo que puedo dar».
Al tratarse de un amistoso se produjeron muchos cambios y en el descanso le tocó abandonar el campo, pero desde el cuerpo técnico le transmitieron que estaban muy contentos con su rendimiento.
En el vestuario le vacilan de buen rollo por su acento castellano, pero destaca que es «un grupo que me recibió muy bien. Me sorprendió porque de primeras me cuesta un poco, soy más callada, pero desde el principio me sentí parte de ellas, como si llevase más tiempo».
Nerea Agüero nació en Navalmoral, de donde es oriunda su madre. Su padre es argentino y el principal responsable de su pasión por el balompié. «Él jugaba cuando yo era chica y siempre quería ir a verle; me iba a sus entrenamientos y a sus partidos, aunque fuera muy de noche, no me separaba de la pelota».
Narra que su progenitor es el que vive con más intensidad sus logros, sobre todo cuando se enfunda la elástica del país que lo vio nacer. «Se vuelve loco cada vez que puedo ir y cuando me ve vestida con esa camiseta. Mis abuelos viven mucho el fútbol y también es un orgullo para ellos». ¿Y si Jorge Vilda hubiese llamado a su puerta para ir con España? «Me quedo con Argentina, por sentimiento, porque desde chica el fútbol lo he vivido con mi familia por parte de mi padre y somos hinchas de la albiceleste. Es lo que me han inculcado y me encanta».
La Copa América, un reto
De ser un sueño lejano a un objetivo real, acudir a la Copa América sería todo un hito para ella, aunque ahora mismo prefiere centrarse en la Reto Iberdrola, la Segunda División nacional.
Obtuvo la doble nacionalidad en 2017 y ahí se abrió un resquicio para su aventura sudamericana. Aunque Nerea reconoce que existen muchas futbolistas que cuentan con esa documentación sin que las federaciones estén al tanto de la posibilidad de incorporarlas a sus concentraciones. Mariela Coronel, internacional argentina y compañera de equipo en el Granada, fue su salvoconducto. «Le habló de mí al seleccionador y le tengo que agradecer a ella que esto haya sido posible».
El resto ha sido fruto de sus cualidades como lateral diestra, muy veloz, que no rehúye el balón. «No soy de uno contra uno, sino de llegar combinando».
Con apenas cinco años se marchó con su familia a Aljaraque, en Huelva, donde se inscribió en un equipo de fútbol 7. De ahí pasó al Sporting, con el que debutó en Primera con 15, la edad mínima para competir en la élite. Pasó por el Sevilla, con el que disputó también partidos en la máxima categoría, y luego por el Torrelodones, el Alavés y el Zaragoza, hasta recalar en el Granada. Con los dos últimos rozó el ascenso a Primera.
Militando en el club andaluz porfió con el Santa Teresa en la 2019/20 por ese premio, pero la pandemia paralizó la batalla con un punto de diferencia para las pacenses con el enfrentamiento directo a la vuelta de la esquina que nunca se celebró. «Fue un palo muy duro», relata.
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