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Cohetes en recuerdo de don David tras su funeral MAM
El cura que tiraba cohetes

Las firmas de HOY Navalmoral

El cura que tiraba cohetes

Don David, se puede decir, sin temor a equivocarnos, que has muerto a lo Gary Cooper, con la casulla puesta, dando tu mejor versión hasta tu último aliento...

Fernando Alfonso Velasco

Miércoles, 18 de septiembre 2024, 10:26

Admirado Don David: ¡Con qué clase te has ido de tu querida Navalmoral!

Y has elegido el día que una multitud de fieles honrábamos a la patrona morala, el luminoso día que rendíamos pleitesía a la alcaldesa perpetua de nuestra villa. Y cuando has faltado, como casi siempre nos ocurre a los mortales, nos pasan por la retina momentos vividos con la persona ya ausente para siempre.

Y en mi caso, por motivos geográficos, no pude disfrutarte mucho como sacerdote en mi infancia y en mi juventud porque los que vivíamos cerca del cuartel de la Guardia Civil pertenecíamos a la diócesis de Don Emiliano, aquel cura imponente, con figura de levantador de piedras vasco, que nos hablaba desde su púlpito elevado en la Ermita de las Angustias.

Pero sí que sabíamos de tu bonhomía, de tu cercanía, de tu bondad infinitas para estar siempre junto a tus fieles más necesitados. En la friolera de 66 años que has pasado por estas tierras moralas mucha gente puede hablar de esas virtudes antes mencionadas, pero yo, ahora, como homenaje a tu singular figura, me quiero centrar en el David más mundano, más humano, más racional que conocimos

Don David, inconfundible en la caricatura que realizó Agustín Sánchez años atrás HOY

Tu faceta futbolística era más que conocida por todos los que amamos el deporte rey. Tu figura pausada, tu voz rotunda y siempre campechana, tu mirada clara y tu semblante sereno, pegado, hasta hace bien poco, a tu sempiterno puro, llegaba al campo del Moralo, y plantabas tus reales en el palco de autoridades, como debía ser, rezando por lo bajini para que los de verde hiciesen bien su trabajo.

La salva de cohetes

Pero si por algo realmente fuera de lo que se espera de un sacerdote de la vieja guardia te señalaste, fue por aquel señuelo en noches europeas cuando tus benditos merengues metían gol y todos lo sabíamos, mientras cenábamos, al escuchar la salva de cohetes que anunciaba la buena nueva.

Nunca tuvimos constancia de que aquella inusual costumbre tuviera respuesta en modo de reprimenda por parte del obispo de turno.

Y en tu ultimísima etapa, te he disfrutado en la coqueta ermita de San Isidro, los domingos, en misa de 10,00 h., cuando sacando fuerzas de tu fe inquebrantable en el ser humano y ejercitando tu ministerio hasta la última gota de tu sangre, nos iluminabas el camino con tu energía y vigor, y con tus sermones marca de la casa. Don David, se puede decir, sin temor a equivocarnos, que has muerto a lo Gary Cooper, con la casulla puesta, dando tu mejor versión hasta tu último aliento.

Ayer me acerqué a tu San Andrés amado, a rezar por ti y darte mi último adiós, y concluí que las floristerías de la provincia habían puesto el cartel de 'No nos quedan flores' en sus escaparates. Por mor de mi trabajo no pude asistir a tu entierro pero sí escuché, con un pellizco en mi alma, desde mi aula, la salva de cohetes que se lanzaron en tu honor.

Cuando llegues al cielo, seguro que buscas el pabellón de ilustres madridistas y te echas un ratino de charleta con Don Santiago, compartiendo un purito cubano de los buenos, y todas las leyendas blancas a las que adoraste.

Aquí, en tu tierra adoptiva, se te echará mucho de menos en un momento en que el relevo generacional en la iglesia vive momentos muy delicados, necesitando sacerdotes de raza como tú.

Ahora sí, Don David, descansa en paz.

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