Colaboración
Cultura y espectáculoResulta difícil, a veces, distinguir entre estos dos conceptos. Los enrevesan, entremezclan, procuran que lo segundo sea lo primero
José Luis Solano Rodríguez
Domingo, 26 de octubre 2025, 13:49
Resulta difícil, a veces, distinguir entre estos dos conceptos, cultura y espectáculo, a día de hoy. Los enrevesan, entremezclan, procuran que lo segundo sea lo primero.
La cultura trata de fortalecer el espíritu humano, enriquecerlo, invita a reflexionar, a crear con un fin, en general, a largo plazo, para que transcienda, llene, individual o colectivamente, sobre un fundamento educacional.
El espectáculo viene a ser un acontecimiento con algunos aspectos culturales enfocado a pasar el rato, divertir, evadirse …. ofrecido en multitud de ocasiones bajo la expresión y objetivo romano de «pan y circo», de hacer eludir de la realidad, de problemas existentes, como un ¡flash! momentáneo, de poca duración, producto, en ocasiones, de una megalomanía falsa o vacía –tratar de que un pueblo sea «capital», que ahora la región se llena de capitalidades, de los conciertos, del teatro…más ficticia que real, de unos eventos -fantasías animadas de ayer, puede que de hoy y espero que no de mañana, ¡hoguera de vanidades!, con perdón Mr Wolfe- de un inspirador, patrocinador público, con un trasfondo en busca de vanagloria personal, de un ego desbocado, a través de una vía patrocinada por los demás, en un ¡alucine, que no es poco!, falsamente a lo Cuerda, cueste lo que cueste –lo ponen otros-, haciendo emerger, en muchos casos, como terapia, una búsqueda de expansión- liberación a costa de un caudal monetario-comunitario en abierto. Pero, muchas veces, si analizamos el modo en que se produce, se nos vuelve triste, desalentador … por sus contenidos, fines, objetivos, más cuando se produce sobre la base de un quebranto para la comunidad, espiritual o material, sobre todo económico para las arcas públicas o, en su falta, vecinal, en un detrimento general o específico de otros servicios –sobre todo de los que tienen que funcionar día a día, a lo largo de casi todo el año, a veces dejados en un simple rótulo anunciador de poco o nada- o necesitado de un rescate para cubrir el disloque presupuestario –caso de que lo hubiera previamente- en un viaje a alguna parte.
Estos hechos, deplorables, se suelen fundamentar sobre la base de una baja formación, análisis y experiencia en la materia a la hora de enfocarlos –falta de estudio de mercado, contrastes….-, gestionarlos, administrarlos, a lo que se suele añadir la tenencia de una bolsa –incontrolada muchas veces- para poder costearlos, con una chequera firmada con espacios en blanco, entregada al albur, como si a un niño se le facilita la estancia y posibilidad de coger libremente en una tienda de chucherías, o juguetería; cualquiera, con un poco de rigor lo puede observar, más cuando lo hace desde la parte del sector privado.
Por otro lado, también suele producirse cuando la parte contratada impone sus condiciones y criterios una y otra vez –les tiene tomada la medida dado el «dejar hacer», sin entender ni rechistar, aplaudiendo, embobado incluso, el llevarlo en beneficio, de, quizás, sólo minorías- sobre la parte contratante –ya me decía un promotor cultural en la década de los 80 que los nuevos administradores públicos en su modo de actuación eran una «bicoca» para ellos, que la empresas privadas, con sus métodos –estudio previo, gusto al público que genera beneficios, reinvertibles para seguir, procurando no derrochar, dilependiar-, no tenían nada que hacer ni con qué competir, llegando, prácticamente, a desaparecer; que la parte pública actua libremente con dinero de los demás, trata de dar gusto –en un destello tantas veces- sin más, sin miramientos, aunque haya pérdidas constantes, con un planteamiento distinto a la parodia gesto- administrativa de los hermanos Marx en «Una noche en la ópera»: «la parte contratante de la primera parte será considerada como la parte contratante … «, pero »parodia», lamentablemente, administrativa-económica-política sobre la ciudadanía.
Un modelo de gestión y proyección más que cuestionable y, por supuesto, corregible.