

FERNANDO ALFONSO VELASCO, VECINO
Jueves, 19 de enero 2023, 23:15
Anoche tuve una pesadilla. Me desperté empapao en sudor, agitado, todavía con el miedo en el cuerpo. Pero fue tan real que tuve que asomarme por la ventana de mi dormitorio, la que da a la popularmente conocida como la plazuela de la cigüeña para, aliviado, comprobar que ellos estaban aún ahí, enteros, cimbreándose por un persistente, aunque suave, viento del oeste, y empapados por una fina cortina de lluvia.
Esa visión me tranquilizó, pero no pudo evitar que las imágenes, aún frescas, volvieran a pasar por mi retina. Y no sólo recordé los fotogramas, sino también las órdenes provenientes de un hombre que, curiosamente, reconocí a la primera. Pude nítidamente ver y oír a Hugo Chávez, el difunto dictador venezolano, acompañado de un hombre alto, éste sin rostro, vestido de un luto riguroso, a modo de clásico enterrador, aerosol en mano que, a las órdenes del mandamás, ejecutaba, mecánicamente, la acción.
Al grito de «Tálese» el brazo ejecutor agitaba el artilugio y marcaba cada árbol del barrio con unos enigmáticos cuatro dígitos en un color rojo fosforito. Al llegar a la única palmera que adorna el entorno, el orondo personaje la miró de arriba a abajo, con desdén y, después de esbozar una mueca, muy parecida a una sádica sonrisa, su voz sonó más gutural y dictatorial que de costumbre. Un reluciente 1180 mancilló el grueso tronco que tantos años le había costado conseguir. Y al pronunciar la última orden, fue cuando me desperté sobresaltado.
Dicen que los sueños, sueños son. ¿Y las pesadillas? Tristemente ésta es el fiel reflejo de la realidad que se nos viene encima, si nadie en su sano juicio –ahora lo llaman «voluntad política»- lo impide. Una mañana, exactamente el 3 de noviembre pasado, por casualidad, fui testigo directo de la escena que provocó el mal sueño descrito. Saqué a pasear a mi perro Floyd y me topé con un par de operarios, españoles y sin pinta de simio alfa. Ejecutaban, en silencio y sin pestañear, su cometido: enumerar todos y cada uno de los árboles, independientemente de su tamaño, que hoy día adornan el largo paseo que va desde los aledaños de la plaza de la Renfe –curiosamente éstos se han salvado de la motosierra-, hasta la rotonda del camino de San Marcos, partiendo desde una porción lateral del parque Don Casto Lozano, incluida la franja de la zona de juegos infantiles, que se la cargan, siguiendo por la carretera de Jarandilla, toda la calle Cartagena adelante, hasta llegar a la altura de la ferretería Morala.
Cierra los ojos y visualiza el atentado. O mejor, date un paseo y comprueba in situ, a lo largo de poco más de 1 kilómetro, la barbarie que se avecina. Y sí, he contado los ejemplares que se van a cepillar: entre arbustos, arbolitos en pleno crecimiento, árboles con solera y palmeras con decenios, sentencian a muerte a 239 razones para alegrarnos la vista, darnos sombra y respirar mejor. Marcados cual judíos en los campos de exterminio nazis. Sin culpa ninguna, estando sanos, sin haberse infectado por el diabólico picudo rojo que tanto daño ha hecho a nuestras palmeras locales, incluida la del barrio, que, barruntando su tala, se rindió ante ese odioso bicho asiático.
Y si la palmera bajó los brazos por mor del ataque oriental, la plazuela hacía tiempo que empezó a resquebrajarse. Acércate y comprueba que los parterres que albergan setos tienen unas grietas que son también una premonición de lo que la espera: su sustitución por una rotonda, monda y lironda, para el tráfico rodado. Parece que oigo a Chávez decir aquello de «Elimínese», porque este modesto enclave, que tanto costó conseguir para nuestro pequeño barrio, también molesta para ejecutar el proyecto suicida que nos quieren endilgar.
Progresiva desertización
Avanzamos, inexorablemente, hacia una progresiva desertización de nuestra urbe. Cada día el descampao nos va ganando terreno. ¿En el proyecto del ¿tren digno? en superficie se contempla reponer lo que se va a talar? He tenido acceso al mismo y mucho me temo que no. Y ya no es sólo que nos quieran aislar erigiendo un muro que impida un tránsito rodado fluido, sino que, además, siguiendo la tendencia de las últimas actuaciones del Consistorio moralo, la no muy abundante arboleda que tenemos parece que es un obstáculo añadido para los autodenominados progresistas y se elimina sin temblarle el pulso a nadie. La penúltima ha sido la avenida del Magisterio, que ha quedado a la intemperie, imperando un deprimente color negruzco asfáltico, para facilitar el aparcamiento a sus vecinos y el tránsito de ciclistas, pero que cuando la observas desde la rotonda del ferial, se te caen los palos del sombrajo. Es, sencillamente, una imagen desoladora.
Lo siguiente es eliminar todo lo verde en ese recorrido antes descrito. Lo que podría ser un bulevar en superficie lleno de vida, se puede llegar a convertir en un engendro que genere aislamiento, caos circulatorio, y una fragmentación urbanística irreparable. ¿Estamos a tiempo de dejar a nuestros descendientes una ciudad transitable, moderna, abierta, acogedora, como siempre ha sido Navalmoral? Yo entiendo que sí. Que aquellos responsables políticos a los que se les llena la boca de su militancia morala, la ejerzan de verdad, y en lugar de dedicarse a pintar de morao los pasos de cebra, de poner cartelería didáctica en la principal, de dar premios guais, y de salir siempre luciendo el perfil guapo en las fotos, se mojen de verdad y paralicen estas obras como ya se hicieron en otros sitios de España, en donde imperó el sentido común.
O mejor, tiramos por la calle de en medio, como han hecho en otros sitios, para conseguir sus metas. ¿Qué tal si nos montamos una bellota borroka? A saber: quemamos una tupitá de contenedores, amenazamos a la plantilla de ingenieros, rompemos escaparates, asaltamos sucursales bancarias, desvalijamos supermercados o preparamos un amplio surtido de cócteles incendiarios, con el único objetivo de llamar un poquito la atención. ¿O seguimos con la filosofía tacita a tacita, sin montar alharacas, ampliando el jardincito vertical al lado de las vías, promovido por la irreductible e incasable al desaliento plataforma ciudadana No al Muro?
Mejor esta última, aunque a diferencia de Murcia, los últimos que han logrado soterrar el tren e incluso han conseguido llevar el AVE a sus tierras, nosotros nos conformaríamos con que el modelo de tren que nos toque en el sorteo a rematajina de la flota de segunda mano nacional salga/llegue a su hora, no se pare en medio de la nada, no se incendie en mitad de la preciosa dehesa en pleno mes de julio, tenga maquinistas suplentes cualificados por si el titular se pone pachucho y, sobre todo, que pase por nuestro pueblo enterrao, y a cielo abierto podamos disfrutar de un corredor sostenible, sano y de un color verde esperanza.
P.D. Las cadenas para evitar la tala masiva ya están comprás…
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