Un espacio destinado habitualmente al ocio, la plaza Vieja, como apuntó el alcalde, Enrique Hueso, al abrir el acto, fue escenario al mediodía del viernes de un cálido y extenso homenaje a Claudio Favier Orendain.
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También tardío, puesto que el monumento en el que se ha colocado una placa con su nombre, 'Los Atlantes', se instaló en 1993 y el creador mejicano falleció en 2008, después de casi 30 años afincado en la comarca.
«Formado entre Guadalajara, Roma, París y Madrid, su biografía intelectual es impresionante. Fue uno de esos raros profesionales que supo integrar saberes: la arquitectura, la filosofía, las bellas artes y la docencia convivieron en su trayectoria sin jerarquías, nutriéndose mutuamente», dijo Irene Calle en representación del Colegio de Arquitectos, organizador del evento junto con la Asociación de la Construcción y el Ayuntamiento.
«Más allá de los títulos y logros académicos, añadió, fue un arquitecto profundamente ético y comprometido con su entorno. En México trabajó en zonas rurales con técnicas tradicionales, dignificando lo vernáculo, lo esencial. En Extremadura, desde su llegada a finales de los años 70, dejó una huella tan sobria como sólida: reformas patrimoniales, viviendas públicas, casas singulares o espacios de arte y reflexión, poniendo la arquitectura al servicio de lo humano».
Para terminar, Irene Calle señaló que desde el Colegio Oficial de Arquitectos, el acto no era solo un homenaje. «Es también una afirmación: la arquitectura, como Claudio la entendía, es una forma de estar en el mundo. Una forma de habitarlo con respeto, de transformarlo sin herirlo, de dotarlo de sentido».
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Vivencias personales
Fue la intervención, digamos, más 'profesional'. Las restantes fueron más íntimas, recordando con cariño y emoción vivencias y experiencias personales por parte de Montserrat Zorraquino, Miguel Hurtado o José Ignacio Cabrera, además de leerse un texto de Ángeles Sánchez, bibliotecaria de la Fundación Concha cuando Claudio Favier fue su director. Desde cómo se conocieron unos y otros hasta sus visitas a Las Coscojas, su hogar en Peraleda de la Mata, pasando por viajes y trabajos compartidos o discusiones sobre los más variados temas.
Sus obras, ya sea como escultor, pintor o grabador, se reparten por distintos puntos. Desde el Museo Reina Sofía al Museo de Arte Moderno de Guadalajara, en México, pasando por Italia, Acapulco, Álava, Pontevedra, Jaén, Valverde de la Vera o Candás, en Asturias. También es autor de varias publicaciones.
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Fue «un hombre del Renacimiento en el siglo XX», se dijo en varias ocasiones a lo largo del homenaje, que él hubiera recibido, como también se apuntó, con su risa socarrona.
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