Intervención de Montserrat Zorraquino en el homenaje a Claudio Favier Alba

Colaboración

Claudio Favier fue un gran amigo, con el que colaboré en varios proyectos y en dos concursos

Le conocí en 1982, en una visita a la finca Las Coscojas con un grupo de alumnos del IES Zurbarán a los que yo impartía clases de Dibujo

Montserrat Zorraquino Ibeas, arquitecta y amiga de Claudio Favier Orendain

Domingo, 8 de junio 2025, 21:25

Conocí a Claudio en el año 1982. Yo, entonces impartía clases de Dibujo en el Instituto Zurbarán. El director me habló de un arquitecto afincado cerca de Peraleda de la Mata. Le llamé y me invitó a conocer su taller y allí fuí con un grupo de alumnos.

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El taller formaba parte de la casa proyectada por él en la finca de Las Coscojas. Fue un recibimiento cálido de una persona sencilla y entrañable con el sentido del humor y la ironía que siempre tuvo.

El taller tenía dos plantas. En la planta baja trabajaba el grabado, la pintura y la escultura. El tórculo, que es una prensa para la impresión del grabado, protagonizaba el espacio central. La iluminación natural cenital, desde la cubierta a través de lucernarios. me pareció que creaban en ese espacio el clima perfecto para la concentración. En la planta primera se ubicaba la biblioteca y el estudio de arquitectura con un gran ventanal hacia el jardín.

Cuando en un encuentro posterior me enseñó la casa aprecié una arquitectura bella y sencilla, adaptada al lugar y en la que las orientaciones y las proporciones habían sido muy tenidas en cuenta al proyectarla.

Me llamó la atención que la puerta de entrada a la casa no se mostraba evidente. Había que detenerse en el jardín para saber donde estaba, eso añadía algo de emocionante y enigmático al recorrido, a la vez que invitaba a ver el jardín antes de entrar. Después, en el interior, de nuevo el acceso a la pieza principal de la casa no era en línea recta sino que un pasillo sinuoso servía para deleitarse observando los grabados y cuadros en las paredes.

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Del mismo modo tampoco el paso del taller a la vivienda se mostraba claro y evidente. Valoré positivamente en esa arquitectura todo lo que había de emocionante y mágico y después pensé en la relación o la influencia de sus vivencias en su Méjico natal y particularmente en Tlayacapan que forma parte de los pueblos denominados mágicos. Son localidades que tienen atributos simbólicos que les confieren un halo mágico, sea producto del paisaje, de la naturaleza, la historia, las leyendas, la tradición o las anécdotas. Allí, en Tlayacapan, impartió clases de Matemáticas y como arquitecto realizó construcciones en adobe.

Un gran amigo

A partir de ese momento Claudio fue un gran amigo con el que colaboré en varios proyectos y en dos concursos. Uno en el año 1.999 en Burgos para una escultura en el Mirador del castillo y el segundo en Sevilla para el pabellón extremeño en la Expo 92.

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De su faceta como arquitecto en Extremadura tengo que nombrar a dos fieles colaboradores y amigos en todos sus proyectos que están hoy aquí: Vicente Alfonso aparejador y Jorge Peloche delineante.

'Los Atlantes' preside la plaza Vieja desde hace tres décadas HOY

En cuanto a la escultura, está realizada en bronce en la fundición CAPA, que trabajó para escultores e instituciones relevantes del panorama artístico nacional e internacional.

Fue un encargo del Ayuntamiento para esta plaza en el año 1988 siendo alcalde Javier Corominas. Una réplica en menor tamaño estuvo expuesta en la Expo 92 de Sevilla .

Son seis figuras humanas que simbolizan los seis continentes sosteniendo una esfera imaginaria que representa al mundo. Los planos con aristas vivas cortantes delatan tensión en los cuerpos y las cabezas muy expresivas denotan dureza.

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La geometría siempre estuvo presente en la obra de Claudio. También aquí la orientación tiene su significado. Hay una figura más firme que las demás con los brazos extendidos hacia el sur. Cabría la interpretación de que uno de los continentes domina sobre el resto que tienen sus cabezas de perfil, pero por la posición de la cabeza parece más un gesto de protección que de dominio. No conozco su significado.

En cuanto al título de la obra, el término Atlante proviene de la mitología griega donde Atlas es un titán condenado a sostener los suelos sobre sus hombros. Los atlantes son figuras masculinas que sostienen o soportan el peso de una estructura, columnas que tiene forma humana o antropomórfica similar a las cariátides femeninas.

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Las dimensiones de la obra, así como del basamento, estuvieron pensadas por el autor para que los niños interactúen con ella. De nuevo, aquí sí que están marcados el sello del autor y el año de colocación de la escultura, pero no son evidentes. Les invito a ustedes a que lo encuentren.

La placa que finalmente ha sido colocada y hoy se hace visible está realizada en piedra caliza en el taller moralo de Marmoles Rubio. Mi agradecimiento a Pedro Rubio y también a Pedro Rivero por el diseño y la impresión de los dípticos.

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