Una de las batidas realizadas este verano en los alrededores de Bohonal de Ibor HOY

Cinco meses buscando a Rosalía

En Bohonal de Ibor. Viuda, 74 años, el 25 de mayo dejó la comida descongelándose y se fue a pasear, como siempre. 153 días y decenas de batidas después no hay rastro de ella

Domingo, 25 de octubre 2020, 19:32

A Rosalía Cáceres Gómez se le ha buscado con coches, helicópteros, drones, perros, buceadores y escaladores; con decenas de agentes de la Guardia Civil; con voluntarios de Protección Civil, DYA y Cruz Roja; y con centenares de vecinos de su pueblo y otros cercanos pateándose caminos y montañas con los ojos pendientes del suelo. Por la mañana, por la tarde y por la noche. Y nada. Ni rastro. 74 años, viuda (su marido era conductor de autobuses), pensionista, madre de cuatro hijas y un hijo, nació en Extremadura y reside habitualmente en Madrid.

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Pero el fin de semana que se decretó el estado de alarma (el del 15 de marzo) había ido al pueblo, y sus hijas le recomendaron que se quedara ahí, que con el coronavirus dando vueltas por todos lados era más seguro vivir en Bohonal de Ibor (500 habitantes) que en la capital (3,3 millones). Ella les hizo caso. Pero una mañana salió a pasear y aún se le espera. Fue vista por última vez el lunes 25 de mayo sobre las 10 horas, caminando por la carretera que va a Mesas de Ibor.

Esa mañana, Rosalía habló varias veces por teléfono con su hijo Enrique, que vive en Madrid. La costumbre que ella tenía era salir a andar sobre las ocho de la mañana y regresar en torno a las diez. Solía hacer una ruta de lo más convencional, la misma que otros vecinos, y que en su caso incluía mojarse los pies en una zona cercana al pantano de Valdecañas donde la orilla parece una playa.

Pero ese día, a las 11 seguía en el campo. «Estoy dando una vuelta», le dijo a su hijo por teléfono, que dos horas más tarde volvió a llamarla. Ella le comentó entonces que estaba mojándose los pies donde siempre. Unos 55 minutos después volvieron a hablar. Él le pidió que se quedara donde estaba porque su prima iba a ir a buscarla, pero ella le contestó que no hacía falta, que ya volvía a casa. Y colgó porque iba subiendo una cuesta y se cansaba. Enrique volvió a llamarla, ella le explicó por qué había colgado y en ese diálogo estaban cuando la llamada se interrumpió. Eran las 13.55 horas.

Desde ese momento, su teléfono está apagado o fuera de cobertura. La última señal la captaron las antenas del Cancho El Librillo, y ahí se centraron las primeras batidas para buscar a Rosalía Cáceres. «Este caso es distinto a la mayoría de las desapariciones», dice Salvador Serrano, marido de una de las hijas. «No es en absoluto habitual –explica– tener a una persona localizada a las dos de la tarde y que dos horas después no haya manera de encontrarla».

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Lo apunta el yerno sobre la base de una secuencia de hechos desconcertantes. A las dos, Enrique habla con Rosalía. Ante la sospecha de que su madre está perdida, llama al pueblo. A las tres y cuarto ya hay vecinos buscándola por el monte. A las cuatro de la tarde ya está la Guardia Civil montando un operativo para tratar de localizarla. Cinco meses después, ni una pista.

«No tenemos nada, estamos igual que el primer día», resume Salvador Serrano, que ejerce como portavoz de la familia. «Es todo un misterio, porque ella estaba en una zona perfectamente acotada. Es una especie de rectángulo, delimitado por un entrante del pantano, el propio pantano, la carretera del pueblo y el pueblo, que está en un alto. Es un área en la que si te pierdes, es fácil reubicarse, porque alzas la vista y ves o el pantano o uno de sus entrantes o el pueblo o la carretera».

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Esa zona que él menciona se ha rastreado y vuelto a rastrear varias veces desde el 25 de mayo. El 1 de junio, es decir, cuando solo había pasado una semana, se organizó una batida en la que participaron unos 300 voluntarios y 94 agentes de la Guardia Civil. Su usaron drones, helicópteros, perros y buzos. Se batieron unas 1.800 hectáreas sin resultado.

Batidas y más batidas

Antes y después de esa búsqueda se han celebrado otras. Durante semanas, a diario. Y en la última, 70 agentes de varias unidades de la Guardia Civil, entre ellas otra vez el servicio cinológico y los GEAS (Grupo de Especialistas en Actividades Subacuáticas), han peinado durante tres días el monte entre Bohonal y Mesas. Ese paisaje incluye zonas abruptas, especialmente en las proximidades del río Ibor, donde hay barrancos y farallones. Anteayer estuvieron allí miembros del GREIM (Grupo de Rescate e Intervención en Montaña). Las tres jornadas de rastreos intensivos acabaron sin novedades.

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«Todas las líneas de investigación están abiertas», declaró la Delegada del Gobierno en junio. Y esto mismo es lo que los investigadores trasladan a la familia. «'¿Qué te han hecho'?», se preguntaba su hijo Enrique en Facebook hace un mes. Sana física y mentalmente, sin más problemas de salud que los achaques propios de la edad, buena vecina, sin enemigos conocidos, en absoluto conflictiva, nadie sabe dónde está Rosalía ni qué le pudo pasar. Cuando la Guardia Civil inspeccionó su casa, todo estaba en orden. Allí seguía su bolso, con su cartera y su DNI. Y en la cocina, la comida descongelándose.

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