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Gómez de la Torre, autor del texto HOY
Las firmas de HOY Navalmoral

Mal camino

Paso a paso han llevado a la sociedad a pasar de la confrontación de ideas a la violencia verbal y ahora la están llevando a cruzar una línea que no debería cruzarse: la que separa la violencia verbal de la violencia física

José María Gómez de la torre

Martes, 4 de mayo 2021, 10:20

Salieron a mentir desde el primer momento vendiendo teorías que no se tenían en pie y que estaban en contradicción de todas las pruebas. Seguramente se mintieron a sí mismos y creyeron sus propias mentiras, pero eso no los excusa ni los hace menos destructivos. Abrieron la veda de la mentira, de la especulación gratuita desparramada sobre cadáveres todavía calientes. Hicieron saltar por los aires todos los límites.

La mentira, la descalificación, el insulto, el lenguaje y las actitudes tabernarias se han convertido ya en herramientas normales de la política. Y no solo en mítines callejeros sino en la tribuna de las Cortes, donde algunos ya no hablan: ladran. Resulta lamentable ver a un dirigente político condenar la violencia con un gesto tan risueño que uno creería que está haciendo esfuerzos para contener la risa franca.

Lo peor que puede ocurrir para el sosiego que debiera dar a los ciudadanos la confianza en el sistema democrático es no aceptar los resultados electorales. Esto no es un invento de Donald Trump ni de sus rabietas. Aquí lo llevamos experimentando y viviendo hace lustros.

Hay quien en el Parlamento tilda de ilegítimo al Gobierno actual, que será mejor o peor, pero que ha nacido de las urnas. ¡Qué pronto olvidan algunos lo de la lista más votada!

Lo he dicho más de una vez: tenemos unos políticos que dan vergüenza ajena.

Tal vez haya que depurar las leyes que regulan la libertad de expresión, pero es inconcebible que el portavoz de un partido justifique a los manifestantes que pedían la libertad de Hásel, algunos de los cuales eran precavidos y salían de sus casas provistos de latas con gasolina por si tenían la ocasión de chamuscar a un policía dentro de su coche.

Por otra parte, frases como «¡Que alguien clave un piolet en la cabeza a José Bono!» ¿deben ser protegidas por la libertad de expresión?

Existen programas de televisión en los que vemos a tertulianos maleducados, gentuza que miente más que parpadea, que cuando algo va en contra de su ideología niegan lo evidente y son capaces de exigir pruebas hasta de que el cielo es azul y si no lo investiga la policía y lo dictamina un juez no descabalgan del burro. Y a veces ni aun así lo hacen.

De la confrontación de ideas a la violencia verbal

Entre todos, políticos y tertulianos, lo están consiguiendo. Paso a paso han llevado a la sociedad a pasar de la confrontación de ideas a la violencia verbal y ahora la están llevando a cruzar una línea que no debería cruzarse: la que separa la violencia verbal de la violencia física.

Nuestros representantes deberían moderar sus actitudes y sus palabras. Y las cadenas de radio o televisión buscar unos tertulianos más educados, sensatos y moderados. Aunque se resienta su audiencia.

Hoy son los más influenciables -débiles mentales y fanáticos de escaso juicio- los que pueden saltar la barrera. Los que mandan misivas con balas o navajas. Pero no sabemos lo que puede ocurrir mañana ni cómo se extenderá esta lacra. Aunque según el sociólogo Narciso Michavila no debemos preocuparnos, porque diariamente se reciben muchas cartas de amenaza y no pasa nada, no hay violencia.

Habría que preguntar a los que son recibidos a pedradas cuando pretenden hacer un mitin si hay violencia o no.

Camino de los 100.000 muertos y con la economía de nuevo atascada, España se juega el futuro con los fondos europeos y con las reformas que se necesitan. No quiero imaginar lo que nos ocurrirá si España vuelve a errar el tiro como hizo en la crisis anterior, en la que la Unión Europea no acertó ni con el análisis ni con las recetas y nuestros gobernantes se limitaron a decir «sí, bwana» y así nos luce el pelo sin horizonte claro para alcanzar el estado de bienestar que se tenía en 2008. Y en esto al menos los partidos principales tendrían que llegar a puntos de encuentro.

Pero para eso se tendría que barrer la partida de ineptos que hay en la cúpula de todos los partidos y dejar para la RAE la definición de algunos conceptos.

Se me caen los palos del sombrajo cuando oigo que dignidad es cambiar de opinión por la vía de hecho a cambio de obtener una consejería autonómica. O que tener los bares abiertos, porque salir de cañas o poder ponerse eufórico con unas copas y llenar de gente terrazas, calles y plazas es el nuevo concepto de libertad.

En este entorno de nuevos conceptos, según la titular de un ministerio, nos podemos encontrar con que se puede tener hijos, hijas e hijes, aunque yo precisaría más para que hijes no abarque a todo el conjunto de LGTB creando una discriminación por sexo. Así los hijes que respondan a la L del acrónimo deberían ser hijaes, los que correspondan a la G deberían ser llamados hijoes y los que pertenezcan a la B deberían ser denominados hijaoes o hijoaes según su apariencia externa. Y que sirva como regla gramatical cuando hablemos niñes, nietes, etc.

En tiempos bíblicos haríamos esta pregunta ¿Qué hemos hecho Señor para que nos castigues con la covid-19 y nos ciegues a la hora de elegir a nuestros dirigentes?

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