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Benito y Benita

Colaboración

Benito y Benita

Café Benito Bar en Navalmoral de la Mata y Casa Benita en Gijón confluyen en mi vida viéndolos, sintiéndolos apagarse, el primero como un bar de barrio, de amigos de toda la vida...

José Luis Solano Rodríguez

Domingo, 21 de julio 2024, 23:18

Anclados en el pasado, supervivientes en el tiempo, testigos de tantos hechos, acaparadores de dimes y diretes, de experiencias… con la vista puesta en la jubilación, en el traspaso, entre el ruido del muro divisorio y la calma de Poniente, del puerto deportivo, están dos locales hosteleros que he visitado alguna que otra vez.

En especial muchos sábados a mediodía como lugar de encuentro de amigos encaminados en un destino similar al del local o en uno de mis recorridos sobre el perímetro urbano, cerca del mar, adentrándome, incluso, en su menú, en dos localidades que me han acogido, una laboralmente, otra como lugar para tomar las aguas, las sidras… Navalmoral de la Mata y Gijón.

Unidos por el nombre estos dos negocios, aunque de distinto género y de procedencia onomástica, en favor de San Benito, patrón de Europa, fundador de la orden de los Benedictinos, del monacato occidental, con su regla de austeridad y autosuficiencia han tenido en estos dos principios su fundamento y existir. Tras su reciente festividad, el pasado 11 de julio, me queda rendirles homenaje por su modesta, sencilla y gran labor.

Café Benito Bar en Navalmoral de la Mata y Casa Benita en Gijón confluyen en mi vida viéndolos, sintiéndolos apagarse, el primero como un bar de barrio, de amigos de toda la vida, de más de un pacto o trueque calé. Escapando de la plaza Vieja camino de Gredos, cortado, por el camino ferroviario transversal y sus muros, que se elevan cada vez más altos conforme pasa el tiempo y la 'modernidad', como buscando ser plataformas elevadas para encajonar los trenes por la localidad, rendida a sus pies, cortando el aire del norte y el existir humano de una población dividida, llevada a casi el gueto -espero que no exterminador-, aunque sí marginal que algunos dirigentes políticos y del transporte parecen gozar en su sometimiento y desesperanza, en tenerlos a sus pies por su potestad.

Lleno de un mobiliario 'Cuéntame' en su umbría solar, en su olor a solera, como el de muchos de sus parroquianos asiduos que ven pasar el tiempo, contando la pensión que aún les va llegando sin más miras que la adaptación al IPC, rememorando andanzas del pasado, de juventud trasnochada entre bebidas elementales y clásicas –cerveza y vino los más-, tapas y raciones típicas, caseras, elaboradas para gustar y no engañar, servidas, como sus consumiciones, con cariño y humildad, conocedora de los hábitos de casi todos los que a él van a parar, con la asiduidad de los que parece van buscando rutina, tranquilidad y amistad.

Camino de Santiago

Sin coger el tren que transita, a veces, en la proximidad, en una ruta E-W o viceversa, sin posibilidad de enganchar por Empalme con la ruta ferroviaria de la Plata, matada y bien muerta, de ir al sur o al norte buscando el mar, hemos de coger el auto para ello o caminar en busca del Camino de Santiago hasta León, luego enfilar al norte buscando el Cantábrico, el camino francés a Compostela, tras atravesar la cordillera, los picos de Europa, dejarnos caer al mar, por precipicios de puertos, de vistas sin par, por túneles viarios de Campomanes o ferroviarios, si nuestro ancho corporal no sobrepasa el ajustado perpetrado para, entre railes, al agua marina desembocar.

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Llegados a Gijón, a Poniente, junto a su puerto deportivo, se hallaba hasta hace poco –perdón por el retraso al escribir- la prima del de Navalmoral, Casa Benita, a dos calles, entre Rodríguez S. Pedro y Marqués de S Esteban, con dos ambientes marchitos, rondando su final.

Arrastraba nostalgias del pasado, bohemias marineras, refugio de paseantes, de cuando era El Manantial, que, al refundarlo con su penúltimo nombre en 1947, sus nuevos propietarios tuvieron que acoger hasta la metralla de la Guerra Civil depositada en sus vigas, dejada por el bombardeo del Comandante de Crucero Cervera sobre el asedio de treinta y tres días de las tropas del Frente Popular al cuartel de Simancas, último de los reductos gijoneses, desde donde se transmitía -desesperados- al buque: «El enemigo está dentro. Disparad sobre nosotros».

Pasado el tiempo, viendo una generación tras otra, de padres, de hijos; sólo ha permanecido el último de ellos, »hasta que el cuerpo aguante» decía, esperando la jubilación sin sucesión, entre fogones, ayudado por su mujer para servir, abriendo sólo a mediodía para comidas caseras de corte típico, sin variaciones diarias y a un precio asequible. Pero el «final» llegó, la jubilación merecida. Me ha cogido en un adelanto estival, aún creyendo su supervivencia.

Ahora el local, remodelado, con nuevo personal y proyecto se aleja del asturianismo; la 'invasión' de los andinos, de allende el mar, lo adentra en la gastronomía peruana. El 'Paraiso Natural' puede empezar a trocar.

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