Antonio Molina, en su domicilio, con su perro HOY
Reflexiones sobre la crisis del coronavirus

«Los aplausos se tienen que transformar en un apoyo decidido a la investigación y al mundo sanitario»

«Jamás en la historia de la Humanidad, el mundo científico ha interaccionando de esta forma. La comunicación entre investigadores y médicos ha traspasado barreras geográficas, ideológicas y políticas a una velocidad desconocida»

Antonio Molina, médico

Jueves, 28 de mayo 2020, 18:56

Como otros colaboradores yo también me he propuesto no escribir ni siquiera opinar más sobre mascarillas, guantes o test, creo que lo que se puede decir ya está dicho.

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Arriesgo que se entienda mal lo siguiente en medio del brutal drama que estamos viviendo y que a muchos ha golpeado personalmente, a mí también lo ha hecho. Pero a alguien que ha disfrutado su profesión durante tantos años, y que sigue con pasión la ciencia, no se le puede escapar que vivimos momentos extraordinarios.

Por una parte, el conocimiento científico se ha colocado en el centro de nuestras vidas, se ha hecho imprescindible, pero cuando la sociedad necesita certeza éste solo le ha proporcionado incertidumbre, algo lógico si creemos que el principio y base del método científico no es la verdad absoluta sino la duda (Descartes).

Por otro lado la Epidemiología, a veces vilipendiada pero única arma capaz de guiar nuestros pasos, se basa en tres pilares: la sociología que estudia variables de una humanidad en permanente cambio, la biología -y en este caso entramos en terreno desconocido porque este coronavirus no se ha comportado como sus cinco antecesores capaces de afectar a humanos- y la bioestadística, matemática pura pero que debe alimentarse con datos fiables difíciles de garantizar en este maremágnum en el que nos hemos metido.

Continuamente nos ha desconcertado escuchar a médicos, virólogos o epidemiólogos, los mejores y más respetados del mundo (Fauci, Sierra, Pumarola, Hernan, Lopez-Otin …) frases que empezaban con «creemos que… «, «esperamos que…», «si nos basamos en…» «teóricamente...» y señores ¡es que la cosa es así! y no nos gusta.

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He leído que esta pandemia ha bajado a la ciencia de su pedestal; yo no creo que sea exactamente así, sino que era el pedestal donde de forma arbitraria, por pura necesidad de certeza, la habíamos colocado ¿aprenderemos a valorarla tal como es?.

Interacción

Pero otra reflexión es que jamás en la historia de la Humanidad, el mundo científico ha interaccionando de esta forma. La comunicación entre investigadores y médicos ha traspasado barreras geográficas, ideológicas, políticas y lo ha hecho a una velocidad desconocida. A las pocas semanas de diagnosticar los primeros casos, se conocía el agente causal y su posible origen, en un mes se reveló su genoma y horas después estaba en los ordenadores de laboratorios de medio mundo.

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El flujo de información clínica ha sido constante y como ejemplo, en abril se publicaron más de veinte mil artículos sobre el tema, diez veces más del ritmo habitual -lo que obliga a otro esfuerzo para ordenar según su calidad- permitiendo una actualización de conocimientos de semana en semana, pero además ha sido muy honesto y claro. Un compañero voluntario en IFEMA comentaba hace pocos días: «es que lo que nos contaban los médicos chinos, se ha ido cumpliendo casi a rajatabla, está siendo impresionante».

No tenemos un tratamiento milagro, pero hemos avanzado muchísimo y podemos ofrecer mejores cuidados. Hace doce semanas el pesimismo sobre la posibilidad de desarrollar una vacuna era generalizado pero tras un trabajo ingente parece que vamos a disponer de varias posibilidades un año después de empezar todo y esto será un hecho sin precedentes. Podrá parecer poco, pero es un récord mundial.

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Todo ello es posible porque hoy los equipos de investigación trabajan en tiempo real en Oviedo, el 'Pira', Mount Sinai, Pekín y Berlín y comunican sus datos a otros que trabajan en áreas paralelas. Y ese conocimiento se traslada a la práctica clínica cada vez más rápido. Pensemos solamente en el cambio que la ingeniería genética ha supuesto para la oncología en poco más de una década.

Llega el momento en que los aplausos se tienen que transformar en un apoyo decidido a la investigación, algo que sentíamos lejano, y al mundo sanitario, algo que dábamos por hecho, como un bien de mercado más, y que ha estado a punto de colapsar. Y no lo dudemos, pasar de los buenos deseos a los hechos nos va a costar mucho dinero.

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Dicen que «gestionar una crisis haciendo caso a los técnicos, es una locura; no hacerles caso, un suicidio».

Yo por ahora, voy a darles las gracias.

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