

FERNANDO ALFONSO VELASCO
Martes, 31 de mayo 2022, 09:33
Acudí a la charla debate que se convocó hace unos días en la casa de la cultura de nuestro pueblo, a la que, junto con otros participantes, se me invitó en calidad de vecino a compartir con los asistentes mis vivencias relacionadas con el tren, al haber sido testigo directo de la evolución de éste durante toda mi vida en mi barrio de siempre. Sí, ese que no tiene un nombre reconocible ni concreto para muchos de vosotros.
Mi familia fue la primera que se asentó en esas Eras de Abajo a principios de los años treinta del siglo pasado, y ya son cuatro generaciones las que hemos disfrutado del entorno, incluidas las ventajas de estar cerca de la estación de ferrocarril.
El debate se desarrolló en torno a algo ya consustancial con el devenir de la vida pública morala, el movimiento NO AL MURO, archiconocido. Pero ¿sabe realmente la gente el fondo del mensaje en mayúsculas?
Y salgo del encuentro con un montón de sentimientos mezclados y, a veces, contradictorios. El primero está relacionado con la asistencia al acto, y ya no es nuevo: frustración. Escasa asistencia, como siempre, aunque mayor que la de la vez anterior. En ésta estábamos más de los cuatro gatos habituales a dichos actos.
Tuvimos la ocasión de escuchar vía Internet a vecinos de Murcia y de Sant Feliú de Llobregat que ya han pasado por el calvario que nosotros estamos pasando y, la verdad, la conclusión es que esto, la lucha por lo que una amplia mayoría considera razonable y lógico, la perplejidad ciudadana ante decisiones inexplicables y el desgaste por el paso del tiempo y por no conseguir resultados tangibles, sólo acaba de empezar, y ya se llevan casi cuatro años picando piedra.
A los amigos murcianos les costó 30 años, repito, 30 años, conseguir que el tren se soterrara a su paso por su capital. Los catalanes, encarnados en un mega didáctico paisajista, nos dio un poco más de la medicina que necesitamos, la esperanza, pero tampoco en grandes dosis. La contienda allí fue más corta pero igual de ardua, sin tregua, con altibajos, pero al final lograron su objetivo. Y los ponentes de aquí, o los que empeñan su actividad profesional en nuestro pueblo, cada uno desde su perspectiva, pusimos nuestro granito de arena para reivindicar un poco de cordura en este asunto. Frustración, esperanza y también desasosiego por no ver resultados positivos aún.
El penúltimo sentimiento, el más doloroso, el más inexplicable, el que puede tener la llave de todo este misterio: abandono. Sí, abandono de los que tendrían que haber parado este sinsentido desde donde se puede parar, desde sus puestos de responsabilidad política. Pero aquí ya todos sabemos con quién nos estamos jugando los cuartos. Con echar la culpa al empedrao de una mala decisión tomada en el 2006 vamos aviaos. Rectificar, parece ser, es de sabios, y aún estamos a tiempo de pasar página de aquel error, y construir, no deconstruir, no rebozarnos en el lodazal, no sacar trapos sucios que no ayudan a progresar.
¿Dónde están los jóvenes?
Y el último sentimiento que me llevé a casa fue el de incredulidad, perplejidad, con una mezcla de tristeza y de culpabilidad a la vez, y en ese tono planteé en la sala una duda. Pregunté en voz alta, y dejé la pelota botando: «¿Dónde están los jóvenes?». En el salón de actos no, desde luego. Mala hora, final de curso, un lunes, uf, ¡qué pereza! Y ahora, aquí, os planteo: ¿Qué hemos hecho tan mal para no atraer a la juventud morala y del entorno a las distintas movilizaciones que se han planteado? ¿No se les ha informado adecuadamente sobre el proyecto suicida que implicaría enterrar en vida a su pueblo? ¿Es eso?
Alguien inteligente y rápida de reflejos me espetó por lo bajini aquello de «Están en tik tok», respondiendo a mi primera cuestión. Quiero pensar que aún no se han molestado en indagar en esta cuestión de la construcción de un muro de metacrilato de 1km y medio, repito, de 1 km y medio de longitud, que sepultaría irremediablemente a Navalmoral, porque lo veían como una cosa de «cuatro jubilatas que tienen mucho tiempo libre y se aburren», como alguien me contó que había oído decir casualmente a un grupo de adolescentes que se aglutinaban en torno a un banco del parque, ese que quieren mutilar.
Error mayúsculo, pandilla, en plan. Este proyecto os salpica y mucho a vosotros cien por cien, os lo juro por Chanel. A nosotros, los que ya soñamos con la jubilación,- ya no os cuento a los que consideráis que tienen mucho tiempo libre- la construcción de ese muro nos va a pillar de vuelta de muchas cosas, ¿lo pilláis?, mientras que a vosotros os va a pillar yendo de lleno. Tenéis una ocasión de oro de demostrar al mundo mundial que vuestra vida tiene mucho más sentido que seguir a una mega influencer, cambiar vuestro perfil cada media hora en vuestros dispositivos móviles, subir fotos o estories para estar buscando continuamente la aprobación personal en las distintas redes sociales, estar pegado al Instagram como si la vida os fuera en ello, o tiktokear en busca de un like que os salve un mal día en casa o en el insti, en plan.
Yo desde aquí invito a todos los habitantes de este pueblo, pero en especial a la juventud, a mojarse en la manifestación del día 9 de junio que convoca la plataforma, como cuando nos movilizamos masivamente en aquella manifestación vespertina cuando el Prestige ennegreció las costas gallegas con sus vomitonas de petróleo y el chapapote colonizó nuestro lenguaje durante semanas.
Nos jugamos mucho más que eso. Y dejadme que acabe este S.O.S. con unas líneas extraídas de la mítica canción 'Imagine' de un tal John Lennon: «Puede que tú digas que soy un soñador, pero no soy el único. Espero que un día te unas a nosotros y el mundo vivirá como uno sólo. Imagina a todo el mundo viviendo la vida en paz».
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