Gómez de la Torre al ordenador HOY
Crisis del coronavirus

Diario de un confinado, entrega 6: ajedrez y coronavirus

«Hasta el día 10 de marzo no se suspendieron Las Fallas y el 11 todavía se dudaba si en Andalucía se suspenderían las procesiones de Semana Santa»

José María Gómez de la Torre

Viernes, 17 de abril 2020, 16:53

Cuenta la leyenda que hace mucho tiempo hubo un rey al que la muerte de su esposa dejó tan abatido que no había nada que pudiera vencer su melancolía y despertar su interés.

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Un buen día llegó a su corte un hombre que dijo haber inventado un juego que le ayudaría a vencer su pena: el ajedrez.

Le regaló un tablero con sus piezas, le explicó sus reglas, el rey comenzó a jugar con el inventor del juego y mientras estaba concentrado en las partidas olvidaba su pesar.

Agradecido por el regalo, le dijo al hombre que como recompensa pidiera lo que deseara.

—Majestad, ordene que se me dé un grano de trigo por la primera casilla del tablero del ajedrez, dos por la segunda, cuatro por la tercera y se vaya doblando el número de granos las sucesivas casillas hasta la última del tablero.

—Piénsalo bien, dijo el rey, sorprendido por tan modesta petición. Soy bastante rico como para poder cumplir otro deseo más elevado.

—Con eso me conformo, Majestad, dijo el hombre, que abandonó la sala y quedó esperando a la puerta del palacio.

Al llegar la noche, al retirarse a descansar, el rey preguntó si ya se había dado al hombre su saco de trigo. Al enterarse de que no se había hecho ordenó que antes del amanecer se cumpliera su mandato.

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Por la mañana comunicaron al rey que el matemático mayor del reino solicitaba audiencia para presentarle un informe muy importante.

El rey mandó que le hicieran entrar y preguntó si ya se había entregado la mísera recompensa pedida por el inventor del ajedrez.

-Precisamente por eso he venido tan temprano —contestó el matemático—. Hemos calculado escrupulosamente la cantidad total de granos y resulta tan enorme…

—Mis graneros no empobrecerán por eso, dijo el rey. He prometido darle esa recompensa, y por lo tanto, debo entregarla.

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—Majestad, no depende de vuestra voluntad cumplir su promesa. No existe en vuestros graneros la cantidad de trigo que pidió el hombre. Ni en los del reino. Ni siquiera con lo que se coseche en todo el mundo durante cientos de años será posible satisfacer tal deseo.

Expansión del coronavirus

Viene esto a cuento de la expansión del coronavirus. Imaginen que un viajero en el metro contagia a dos personas y cada una de ellas contagia a otras dos y que cada una de esas cuatro lo haga a otras dos, que ya serían ocho en el tercer escalón, y que siga esa serie con el espacio temporal que sea.

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¿A cuántos afectaría si una vacuna no para la serie?

Hoy, después de que todos hayamos visto cómo se ha extendido, -sin que conozcamos, ni lleguemos a conocer nunca el número real de contagiados, porque solo se contabilizan los que presentan algún síntoma y son atendidos por los servicios médicos, y lo más que podrá hacerse mediante test será un cálculo estadístico de contagiados asintomáticos- podemos asegurar que las medidas de confinamiento tendrían que haberse iniciado antes.

Pero ¿cuándo? Pues no lo sé. Ni siquiera ahora, lo sé.

A lo mejor, esos profetas del desaliento (cuyo mayor gozo es que las cosas vayan mal y si no se lo inventan), discípulos aventajados del «dejar que España se hunda», expertos en pandemias —aunque no tengan ni idea de lo que significa Ro—, que muestran tanta indignación en las redes sociales lo tendrán más claro.

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Sé lo que aparece en el gráfico:

Pero ahí queda todo. Porque no sé cuánto es el periodo de incubación del virus, ni cuándo una persona contagiada comienza a ser transmisora, ni si alguien contagiado pero asintomático transmite el virus con la misma morbilidad que quien presenta síntomas, ni si una persona que ha superado la enfermedad sigue siendo temporalmente transmisora.

Me imagino que si el confinamiento hubiese comenzado el día 5 de marzo la situación actual sería otra. También me imagino lo que hubieran dicho los expertos en pandemias.

Sé que hasta el día 10 de marzo no se suspendieron Las Fallas, y que el día 11 se dudaba si en Andalucía se suspenderían las procesiones de Semana Santa y en la misma fecha, la presidenta de la Comunidad de Madrid en una entrevista en Telemadrid dijo: «Madrid no se va a cerrar o por lo menos el Gobierno de Madrid no la va a cerrar. Si el Gobierno de España quiere o sopesa hacerlo que lo explique, pero no podemos dejar correr esas informaciones que están perjudicando gravemente a la economía y que causa estupor a la ciudadanía que no sabe si salir o quedarse en la comunidad».

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Hace ya muchos años que me di cuenta de que en este mundo hay dos tipos de personas, las que saben y las que creen que saben y pontifican sin fundamento. También que entre las personas las hay buenas y las que se creen que lo son, y esta crisis me hacen pensar que abundan más las segundas

Ni la alegría, ni el bienestar; ni la tristeza, la preocupación, el sufrimiento o el miedo nos convierten en más inteligentes, en menos engreídos o en más modestos. Por desgracia, en esta España en la que me ha tocado vivir siempre se ha dado muy bien la inquina partidista y un virus no puede cambiarlo todo de la noche a la mañana.

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