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Ángel Mustienes practica el 'extremeñismo' en Uruguay HOY
A 10.000 kilómetros de vosotros
La crisis del coronavirus desde la distancia

A 10.000 kilómetros de vosotros

«Desde la distancia me duele España, un país que no apostó nunca por la ciencia, ni por el I+D, ni por hacer más fuerte la sanidad pública en los años malos»

Ángel Mustienes, periodista afincado en montevideo

Jueves, 26 de marzo 2020, 22:01

Es como tener dos países y vivir en una cuarta parte de uno de ellos. Dos países a pleno rendimiento en el mundo digital, con grupos de whatsapp que no dan un respiro, y una cuarta parte de un país físico, real, en el que ahora vives, a 10.000 kilómetros de tu tierra natal, un país, Uruguay, que ya funciona a medio gas por culpa del coronavirus.

La tecnología hace más llevadero este 'cautiverio', aunque a veces agrande el cabreo con fakes de todo tipo. La tecnología es ahora nuestra aliada, aunque uno sepa que le está regalando datos de más a una serie de gigantes tecnológicos sin escrúpulos que los exprimirán sin piedad.

Uno está con la mente en España y con el cuerpo en Uruguay. Básicamente, porque aquí la vida todavía tiene un pequeño hilo que la hace real, debido a que en Montevideo aún existe libertad de movimientos.

Lo que nos llega desde España es irrealidad, una distopía que resulta inquietante y mucho sufrimiento, demasiado, y más que vendrá, por desgracia. Un sufrimiento que se encarna sobre todo en la gente mayor, la que sacó adelante a nuestro país en los momentos más oscuros, la que trabajó de sol a sol durante toda su vida para que todos tuviéramos un futuro mejor.

Mientras, aquí, las cosas caminan despacio. Uruguay es un país con pocos casos de Covid-19 y ningún muerto hasta el momento, con muchas limitaciones provocadas por el coronavirus, pero sin confinamiento, aunque esto puede cambiar cualquier día de estos.

Eso sí, un país cuyos ciudadanos se han autoconfinado sin que las autoridades se lo hayan impuesto. Aquí, las calles están semivacías, apenas hay tráfico, pocos viandantes, algunos deportistas, mucha más policía de la habitual patrullando la ciudad y un helicóptero que de vez en cuando sobrevuela tu cabeza recordando por megafonía que hay que evitar las aglomeraciones.

Este país, Uruguay, está preparado para afrontar un confinamiento masivo porque ya existe un confinamiento autoimpuesto por los propios ciudadanos a partir de un acto colectivo responsable, aunque siempre hay, claro está, un pequeño grupo de ciudadanos insolidarios que hace como si no pasara nada y protagoniza, por ejemplo, un gran éxodo a las playas aprovechando que el otoño se inicia con temperaturas en torno a los 30 grados. Nada que no haya pasado en España.

Ni ciencia ni I+D

A 10.000 kilómetros de distancia a uno le duele España, un país que no apostó nunca por la ciencia, ni por el I+D, ni por hacer más fuerte la sanidad pública en los años malos (recordando, eso sí, que la sanidad pública española es maravillosa si se compara con la de gran parte del planeta, incluidas algunas potencias mundiales). Pero todas esas fallas son ahora historia. Hay que luchar con las armas que uno tiene a mano, y siento una gran alegría al ver cómo la sociedad se moviliza de forma solidaria para salvar esas carencias estructurales.

Sí, en toda sociedad hay un porcentaje de irresponsables -y en España no faltan, desde luego-, pero la mayoría de los españoles están haciendo un esfuerzo ímprobo desde sus casas, confinados, alejados de sus seres queridos, cumpliendo un auténtico arresto domiciliario sin haber cometido ningún delito. Ese esfuerzo colectivo me llena de orgullo, como me llenaría de orgullo comprobar que por una vez en la vida todos nuestros políticos cierran filas ante una emergencia nacional y actúan de forma conjunta y responsable (algo que en la mayoría de los casos está sucediendo) o como me llenaría de orgullo ver cómo más empresas del máximo nivel se implican en la batalla nacional por la salud (el 24 de marzo hemos tenido la mejor noticia en este sentido procedente del Ibex, ¡ya era hora!) o como me llenaría de orgullo que algunos periodistas políticos dejaran de opinar sobre el coronavirus con una ligereza imperdonable. Suelen tener memoria de pez para lo que quieren. ¡Qué fácilmente explican y solucionan la complejidad del mundo!

Volviendo a lo importante, a todos nosotros, se hace dura la distancia en estos momentos, sabiendo que uno tiene a familiares, amigos y conocidos (también desconocidos) pasándolo muy mal al otro lado del charco, e intuyendo que toda esta destrucción puede llegar aquí, a América, en un abrir y cerrar de ojos mientras algunos dirigentes mundiales juegan una guerra geopolítica que no sabemos a dónde nos va a conducir el día de mañana.

No es tiempo para discutir. No es tiempo para dirimir viejas rencillas. Es tiempo para estar unidos, para ser responsables, para tener paciencia, para saber adaptarnos a una nueva realidad que va a quedarse con nosotros más tiempo del que desearíamos todos. Es tiempo de comportarse con un sentir colectivo, de aparcar los gestos individualistas y los egoísmos, de ser generosos. De ninguna otra forma podremos salir adelante, ni los españoles, ni los uruguayos, ni el planeta.

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