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Monumento a Don Quijote y Sancho Panza en Alcalá de Henares HOY
Entre torrijas
Opinión

Entre torrijas

«Al leal Sancho lo encontramos en las colas del SEPE, esperando recibir la ayuda familiar, pues ha dejado la tierra que regaba con su sudor...»

ANTONIO PINÉ

Viernes, 9 de abril 2021, 22:33

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Todas las previsiones se nos han venido abajo. La más dolosa para mí, y no por esperada pero si deseada, es la que predecía que de esta situación saldríamos más humanos. El resto de desafueros, con el tiempo, tendrán remedio, lo de humanizarnos, ha quedado patente que no.

Presumíamos, hace poco, de ser un país de Quijotes con un pie sobre la tierra del bueno de Sancho, pero debido a la situación que atravesamos, se han impuesto los teólogos de la nueva normalidad, los bachilleres sin oficio ni beneficio y barberos burlones.

Con gran pesar contemplamos al orgulloso, y de virtudes adornado hidalgo, encerrado en una residencia de ancianos, a la espera de la segunda dosis de la vacuna, con la mirada perdida en batallas libradas, disfrutadas y ganadas, aguardando a cualesquiera que sea conocedor de que los únicos limites para su libertad, son los de la propia piel y quiera escuchar, compartir y poner de nuevo en marcha, los hermosos desatinos que le llevaron más allá de las cadenas de los llamados cuerdos.

Y al leal Sancho, lo encontramos en las colas del SEPE, esperando recibir la ayuda familiar, pues ha dejado la tierra que regaba con su sudor por cuyos frutos no recibía el pago merecido, y ha perdido su rebaño de churras y merinas, sacrificadas en un saneamiento ganadero por sospecha de tuberculosis.

Olvidado el uno, engañado el otro.

Nadie ha levantado la voz, y puede ser hasta comprensible, aunque el hecho sea reprochable. Pero esta partida, tras la victoria de las tres nuevas figuras surgidas por mor de la situación sobrevenida, está viciada al no acabar todas las fichas en la misma bolsa. Estas quieren quedarse sobre el tablero y gobernarlo con nuevas reglas y mano de hierro, por miedo, ignorancia y envidia.

Libres somos de conformar un papel a nuestro gusto, y libres también de aceptar el que se nos imponga, allá cada cual. Sin olvidar que no ha mucho tiempo, cada quien era feliz con su locura, la disfrutaba y compartía con quien así quería y aceptaba; la suya, la del vecino y la del sursuncorda, con la única limitación del respeto debido y ganado. En ese espacio, entre los extremos, donde todos vivimos, más o menos. Pero debido a la nueva normalidad, esa locura se nos ha negado y en palabras del gran José María Sanz, lo natural es subversivo, lo normal es ofensivo.

Constante cuarentena

Vivimos una constante cuaresma, donde nos impiden disfrutar de los pecados de la carne; pecados que solo están en sus ojos, so pena de un vía crucis interminable, sabedores, como son, de que una vez los catemos difícil será que entremos al redil. Así, los curas sin alzacuellos ni tonsura, más allá de la genética, ordenados en seminarios radicales con literatura histórica sesgada, lanzan homilías hipnóticas con palabras untuosas, llamándonos a la perpetua constricción.

Antonio Piné, autor del texto
Antonio Piné, autor del texto HOY

Mientras, bachilleres pupilos de Cabra y propagadores de sus artes; que no seguidores, perennes estudiantes, nos dibujan un futuro tan uniformado, ordenado y estrecho, que solo podrá ser transitado por aquellos que padezcan todas las hambres conocidas. Desde fuera de dicha manga, que termina en un brete, nos anuncian la cercanía de dulces de leche, azúcar y huevo, que acallará nuestras tripas, eso sí, a cambio debemos aceptar su sensiblería, moralina y caridad con uñas. Cuando el cepo se cierre sobre nuestros cuellos, descubriremos, con mirada bovina, la inalcanzable golosina a escasos centímetros de nuestros hocicos.

Poco podrían estos tunantes, sin la inestimable ayuda del barbero, burlón y amigo de todos por interés, que odia y envidia la hidalguía, ansía el poder del clero y los conocimientos de los licenciados. Estos últimos más bien simulados, cuya ambición por medrar le hacen apoyar al que parece ganador, siempre dispuesto a arrimar una cerilla donde le digan, sin pararse a pensar que es lo que quema ni los motivos por lo que lo hace, y siendo cercano al pueblo llano, traslada las medias mentiras que medio ha entendido en las reuniones a las que ha asistido en silla aparte. Así, en su medida, se siente importante entre sus iguales.

Si alguien se siente identificado, que no culpe al pendolista, que solo da su opinión.

Lo que está muy claro es que como nos sigan cambiando sus torrijas por nuestro silencio; nuestros impulsos pecaminosos, que a sus ojos no son más que ansias de libertad, por sapillos y creer en la posibilidad, aunque ahora parezca una locura, de cambiar la situación actual a mejor, por arroz con leche, vamos a terminar con una hiperglucemia que nos nublará la mente y nos atará al sofá. Nos ganarán por abandono y nada podremos reprochar. Habremos cambiado la imprevisibilidad de la vida por una muerte dulce, lenta y deseada porque nada nos aportará.

El pecado de vivir, viviendo lo pagamos. Pequemos, que vamos a pagar aunque no queramos.

Long Life to White Trash

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