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Las habituales y sofocantes olas de calor del Campo Arañuelo

Las habituales y sofocantes olas de calor del Campo Arañuelo

«Este verano sólo hemos sufrido una, breve y con récord, ya que la temperatura máxima osciló entre los 44’4º y 44’8º»

domingo quijada

Sábado, 18 de agosto 2018, 09:53

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Dada su continentalidad (lejanía del mar), escasa altitud (en la llanura de su nombre, con una media de 260 metros sobre el nivel del mar) y otros factores, el Campo Arañuelo se engloba en el grupo de las zonas más tórridas de la región, codeándose con el valle del Guadiana y otros parajes diseminados por la geografía extremeña.

Y, a la cabeza del entorno y de la comunidad autónoma se encuentra Navalmoral porque, además de los condicionantes mencionados, nuestros populares Cerros nos abrazan efusivamente por el mediodía, dificultando la circulación de los vientos suavizadores.

De tal modo que, en los 41 años exactos que aquí llevamos morando, registrando y analizando los datos meteorológicos a diario, nos sería largo y tedioso describir todos los golpes de calor que llevamos sufriendo. Aunque es racional que citemos algunos de ellos, al menos los más notables o recientes.

En el presente año sólo hemos sufrido una ola, breve, durante los seis primeros días de agosto, pero batiendo récord, ya que la temperatura máxima osciló entre los 444º y los 448º del día 3, dado que contamos con dos estaciones meteorológicas, una en el casco urbano y la otra en plena dehesa, o los 437º del día siguiente. Éste agravado por ser la noche más ardiente del año, con 28º de mínima, propia de paisajes tropicales, pero sin jirafas.

Y no vislumbramos ninguna ola más, aunque haya días de calor, como es natural, que para eso estamos en verano y en el lugar indicado.

Un verano muy suave

Pero, al margen de lo descrito, llevamos un verano muy suave. Y, sin embargo, la gente se me queja de calor ¿Por qué? Pues muy fácil: con la refrigeración de los edificios y desde la más tierna infancia, estamos muy mal acostumbrados y no aguantamos na de na

Peor nos fue el año pasado, con cinco golpes de calor. Uno fatal en junio, el más temprano, largo y cálido de ese mes que hemos conocido, pues duró del 19 al 24; dos más en julio y otras dos en agosto.

Y otras muchas olas más que en el Cantábrico, según les señalaba en años pretéritos, de las que no entro en detalles porque prometí no cansarles, pero creo necesario recordarlas: como la de julio de 1995. El día 24 registramos la medalla de plata, 442º de máxima y 279º de mínima. Con breves lapsus, se mantuvo desde el 8 de julio hasta el 2 de agosto; aunque tendría continuidad a mediados de ese último mes. O las de agosto de 1998 (entre el 5 y el 26), la del verano del 2003 (del 29 de julio al 21 de agosto) o el estío del 2010 (la más duradera, pues abarcó a casi la totalidad de julio y agosto).

En algunas ocasiones, como ocurrió con el citado verano de 1998, por poner otro ejemplo concreto y destacado, no hubo valores extremos descollantes ni en las máximas en las mínimas. Sin embargo, el estío fue agobiante debido al elevado número de días y noches con altas temperaturas -máximas y mínimas- con cálidas situaciones consecutivas, sin que se intercalaran descensos térmicos que refrescaran o al menos suavizaran el ambiente.

Así que, resistamos los días de calor que nos quedan -que, reitero, no serán sofocantes- y pensad que hubo tiempos peores: con más trabajo físico y menos comodidades.

¡Feliz lo que queda de verano!

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