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Pepita rodeada de su familia

Pepita Marcos da nombre a una calle en 'La ciudad de las mujeres' del instituto Albalat

Maestra jubilada, con más de 60 años de profesión, está en posesión de la Medalla de Alfonso X El Sabio

josé luis pde

Sábado, 23 de junio 2018, 11:19

Su dilatada trayectoria profesional, con más de 60 años dedicados al mundo de la docencia, porque la vocación es para siempre, aplicando métodos de enseñanza innovadores, y su dedicación a los demás con el mero interés de enseñar, educar y ayudar, han motivado su inclusión en el proyecto del IES Albalat 'La Ciudad de las Mujeres' para poner su nombre a una calle de Navalmoral.

¿De dónde eres natural Pepita?

Morala de cuna y de corazón, desde 1938.

¿Cuál es tu punto de partida en el ámbito de la enseñanza? ¿Puedes hacernos un resumen de tu trayectoria profesional?

Después de terminar el Bachiller en San Isidro, en Madrid, hice Magisterio en la Escuela de Magisterio de Cáceres. Al terminar, con 17 años, me dieron una interinidad en Saucedilla. Me llevaba un camión, que cargaba madera en los pinares de Majadas, todos los lunes a las 6 de la mañana. La patrona de la pensión (que pagaba mi padre porque no me alcanzaba el sueldo) me esperaba, con la lumbre encendida, para desayunar. Y allí pasaba mi semana.

Como hasta los 19 años no me podía presentar a las oposiciones, trabajé dos años en la Escuela Parroquial de Navalmoral. Aprobada la oposición, mi primer destino fue Candeleda, donde un inspector me recomendó hacerme parvulista. Con mi primer destino como definitiva, en Millanes, nacieron mis tres primeros hijos, Juan, Pepe y Chus. Aprobada la oposición de párvulos, conseguí plaza en Peraleda de la Mata, y entonces nacieron Ana y Javi. A un inspector de educación, José Luis Vega, en una de sus visitas, le gustó mi forma de enseñar, con fichas que -sin fotocopiadoras ni multicopistas- preparaba todas las noches, para que los más de cuarenta niños que tenía las rellenaran al día siguiente. Algunos de mis hijos aprendieron a escribir haciendo fichas para mis alumnos. Y es que yo nunca he enseñado a leer ni escribir. Lo que he hecho ha sido ayudar a los niños a través de multitud de actividades diversas- a desarrollar su mente y a aprender a usar esas herramientas a las que muchas veces no damos importancia. ¿Pero sabes lo gratificante que resulta como hice en una época -conseguir que personas mayores pudieran leer las cartas que sus hijos les enviaban desde la mili, por ejemplo?

¿Y así nació Ana?

Si. Cuando ese inspector conoció mi forma de enseñar, vio el método y entendió que debía difundirse. Primero se interesó la editorial Santillana, pero quería los derechos de autor y yo no estaba dispuesta a cederlos. Everest aceptó nuestras condiciones y así nació el Método Ana, una serie de actividades y relatos sistematizados en torno a la vida cotidiana de mi propia familia, con mi hija Ana que era la que tenía 4 años por entonces- como protagonista. Leo y escribo con Ana, ¡y pensar que miles de españoles han aprendido a leer con el método de una maestra de pueblo! A veces daba vértigo.

Pero ahí no termina tu curriculum, ¿verdad?

No, claro. Está mi llegada a Zaragoza donde me integré en un grupo de investigación multidisciplinar sobre la autoevaluación del niño y con el que hicimos publicaciones muy interesantes- y mi regreso a mi pueblo, primero como maestra en el Campo Arañuelo y, más tarde, como participante en una experiencia pionera, Educación Compensatoria, germen de los Centros de Profesores y Recursos, tarea en la que alcancé la edad de jubilación. Bueno, y ahora sigo disfrutando en el hogar de mayores, pero con más calma, con mis compañeros del Taller de Lectura.

Después vinieron los reconocimientos, ¿verdad? Es que hay moralos que no saben que su paisana tiene la , una de las más importantes distinciones del Estado.

Si, una gran satisfacción. Pero nada comparable con el regalo que me ha dado la vida pudiendo estar siempre rodeada de niños con ganas de aprender, jugando, contando cuentos, cantando, y ver cómo se hacen mayores y forman nuevas familias con niños con ganas de aprender, ... No hay nada más gratificante que el brillo en la mirada de un niño cuando escucha ilusionado. ¡Imagínatelo!

Visto desde la perspectiva de la docencia, del alumnado y familiar, ¿cuál dirías que son los principales cambios que se han producido en el ámbito educativo de ayer a hoy?

Todo evoluciona, los sistemas educativos, las técnicas, los recursos, los mismos modelos familiares, las relaciones entre padres, profesores, alumnos, .... Ahora, las nuevas tecnologías abren todo un mundo de posibilidades, pero también de peligros. Hay que aprovechar las ventajas que nos da el progreso porque todo lo que cambia no siempre es a mejor. Cambia, digamos, a diferente.

¿Cómo ves el futuro de la enseñanza en general y en particular en Navalmoral?

Siempre que las personas que se dedican a la enseñanza lo hagan por vocación y no vean en el magisterio una salida profesional más, el futuro será prometedor. En Navalmoral, cuya comunidad educativa conozco mejor, hay grandes profesionales pero sobre todo- grandes maestros. Así se puede confiar en el futuro.

¿Qué ha sido lo mejor y lo peor de tu trabajo?

Toda la actividad humana conlleva una pequeña dosis de frustración y alguna vez, cómo no, he llorado de impotencia por no poder hacer lo que me gustaría o no contar con los medios para realizarlo. Lo bueno, todo. Lo malo, perdóname, tengo muy mala memoria.

Has sido incluida en el proyecto 'La Ciudad de las Mujeres' para dar tu nombre a una calle de Navalmoral, y además hay una petición al Ayuntamiento para que se haga efectivamente. ¿En qué consiste este proyecto y cómo has recibido la propuesta?

Estaba en Salamanca y me llamaron para decirme que había un proyecto innovador organizado por el IES Albalat, que se llama 'La Ciudad de las Mujeres', que culmina con la elaboración de un callejero de Navalmoral en el que se asignan nombres de mujeres célebres a las calles del municipio. Está implicado todo el instituto por grupos y cada uno se ha encargado de buscar y documentar a una mujer para dar su nombre a una calle morala, ¡fíjate qué pinto yo ahí!... pero bueno, parece ser que preguntaron en el Centro de Profesores y alguien tuvo la ocurrencia de elegirme a mí. Fue muy emotiva la noticia y pasé un día maravilloso, máxime al conocer la ubicación asignada a mi calle, junto María Moliner y María Montesori, dos auténticos referentes para mí.

Un antiguo alumno tuyo recuerda, como rasgo de tu personalidad, cómo en los tiempos en que cualquier uso de los símbolos nacionales estaba férreamente vigilado, un día de lluvia que los niños llegaron al cole hechos unos pollos, utilizaste para secarlos la bandera nacional. ¿Lo recuerdas?

Pues la verdad es que no. Pero los niños prestan atención a cosas que a los adultos nos pasan desapercibidas. En cualquier caso, los niños son más importantes que las banderas, ¿no?

Muchas gracias Pepita, y ¿para despedirte?

Que doy gracias a Dios por haberme hecho maestra, mujer de un marido maravilloso, madre de cinco hijos responsables y cariñosos, suegra de yernos y nueras encantadores y abuela de diez nietos, que son la alegría en nuestra tercera juventud.

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